Leíste mis poemas y me robaste
mis deseos.
Sólo tú sabes que sería capaz
de destrozarte en mil pedazos
y guardarte en cada rincón de mi cerebro.
Que me muero de ganas de ensuciar
tu cuerpo desnudo
con las manchas de engaño
que nacieron en mis dedos
al tocar tu piel por primera vez.
Ahora que leíste mis poemas
puedo confesarte que odio tu puta manía
de decirme “te quiero”
sólo cuando el ron anula tu criterio.
Cobarde.
Ni siquiera tienes valor
para decir lo que sientes.
Ya leíste mis poemas.
Ya no te sorprenderá que te diga
que tus huesos son carne de cañón
para mi venganza,
esa que estudié mientras veía tu sangre
brotar de las heridas
que tú misma te haces día a día.
No te engañes,
no eres una femme fatal y jamás llegarás a serlo,
tu oportunidad caducó al querer aferrarte
a algo, a alguien.
Temes demasiado al dolor
para poder llegar a ser
una mujer con cicatrices.
Pero eso ya lo sabes.
Tú lo quisiste, tú leíste mis poemas.
Y por eso entenderás
que te culpe por toda la mierda
que ahora hay en mí,
por violar mi intimidad,
por cortarme las venas
y rellenarlas de ácido corrosivo.
Y comprenderás que te acuse
de joderme la existencia
desde tus 600 kms de distancia.
Leíste mis poemas.
Sabrás entonces que te quiero.