Había en un lugar lejano, un valle con bosques, praderas, lagunas y un río.
En ese lugar habitaba Ocar, un solitario patito, el cual en ocasiones se sentía triste y desolado.
A veces, al mirar el reflejo distorsionado de su propia imagen en algún estanque de agua, sentía pena, y se decía:
“Soy un patito feo... como soy un patito feo... nadie me quiere... y por eso estoy solo...”
y a continuación se echaba a llorar, y se lamentaba aún más...
En ciertas ocasiones, el patito feo salía a pasear, y recorrer caminos y deambular por senderos, a visitar lugares y parajes desconocidos por él.
En uno de aquellos paseos, conoció a una patita parecida a él; se encontraba la patita en el claro de un bosque, cortando flores para llevar a su casa, cuando el patito feo arribó al lugar.
A juicio del patito, ella no era nada de fea...
¡tampoco tremendamente hermosa!...
agraciada diría él más tarde. Era sí muy sociable, simpática, conversadora, y le pareció al patito... que una especie de luz interior iluminaba su rostro; su nombre era Anadín.
Ocar y Anadín, hicieron rápidamente amistad... Ocar se sintió dichoso, y ya no se sintió ni tan solo ni tan triste.
Ocar estaba determinado a que todo funcionara bien con Anadín; no repararía en ningún esfuerzo con tal de tenerla a su lado, y sobre todo, no tendría reservas en expresarle lo mucho que significaba para él.
En un principio, todo anduvo sobre rieles, pero... en el verse con frecuencia, y al ir conociéndose Ocar y Anadín, comenzaron a surgir las inevitables diferencias entre ambos.
Algo oscurecía el cielo del patito...
Bien dicen que: “La dicha nunca es completa”; tal vez Ocar el patito feo, era demasiado idealista. Según lo que él consideraba “justo”, Anadín debía proceder como él lo haría; pensaba que Anadín debía experimentar los mismos sentimientos que él, al mismo instante que él, y expresarlos tal y como él, de lo contrario, se sentía defraudado, molesto e irritado.
Anadín, era muy simpática, pero no era una... “copia al calco” de Ocar, así es que la mayor parte del tiempo no “cumplía” las espectativas de Ocar. Esto, también incomodaba a Anadín, pues no era grato para ella sentirse censurada.
La frustración fue anidando en el corazón de Ocar, transformándose paulatinamente en rencor...
Mientras tanto, Anadín con frecuencia se sentía criticada y rechazada por Ocar.
Cierta noche, quizá como una forma de expresar su descontento, tal vez como un oscuro, inconsciente y vengativo deseo de enfurecer a Ocar, Anadín lanzó a la cara de este una acusación totalmente infundada, basada más que nada en suposiciones...
Ocar se sintió confundido... luego ofendido, herido... ¡furioso!... mientras la patita no dejaba de justificarse y defenderse... y fue entonces... cuando ocurrió lo increíble...
Los ojos del patito parecieron agrandarse y oscurecerse, como negras cuencas con un fondo brilloso... mientras su respiración aumentaba en ritmo e intensidad...
Su cabeza comenzó a aumentar de tamaño... también su cuerpo... y su plumaje antes de un amarillo pálido, comenzó a tornarse en un pelaje negro y espeso... sus patas palmeadas comenzaron a engrosar y a oscurecerse, y de ellas emergieron garras como garfios...
Donde antes había unas amables y cortas alas... ahora surgían unas largas y peludas zarpas... ¡y su pequeño pico!... se había alargado... ennegrecido... cubierto de pelos... mientras que de él manaba una espuma blanquecina...
Anadín la asustada patita, ahogó un grito de espanto cuando aquella cosa... ¡bruscamente abrió sus fauces en un furioso rugido...!
Presa de un pánico indescriptible, Anadín se escabulló de aquel lugar... medio corriendo... medio volando... dirigiéndose instintivamente a una laguna cercana... mientras ese monstruo corría tras ella...
¡Sintió en su cola el roce de un zarpazo!... cuando ya alcanzaba las aguas del estuario... siguió corriendo y aleteando con desesperación... moviéndose sobre las aguas como un ingrávido ser... ¡hasta que al fin... pudo elevarse!... ¡y voló y voló!... alejándose de aquel lugar...
Atrás y en la laguna... con el agua hasta el cogote... quedó la bestia... viendo a su presa alejarse entre nubes...
Con un bufido, se salió del agua, se sacudió como un enorme perro, y luego, estirando su hocico hacia el cielo, soltó un largo y tétrico aullido...
Después... se internó en el bosque... a paso regular... ni muy lento, ni muy rápido.
A la mañana siguiente, Ocar el patito feo se despertó con el cuerpo todo adolorido... como si hubiese recibido una paliza...
Quiso buscar a Anadín... pero... repentinamente recordó que había tenido una terrible discusión con ella...
Si... ¡la cosa se había puesto fea!...
Pasaron los días, y Ocar buscó a Anadín para disculparse con ella... para intentar arreglar las cosas...
Pasaron los días... pero Ocar no conseguía encontrar a Anadín...
Pasaron los días... y Ocar comenzó a tener la terrible sensación... de que ya no volvería a ver más a Anadín...
En ocasiones, Ocar meditaba:
“... ¡nadie me quiere!... por eso me encuentro solo y triste...”.
A veces, al mirar el reflejo distorsionado de su propia imagen en algún estanque de agua, sentía pena, y se decía:
“Soy un patito feo... como soy un patito feo... nadie me quiere... y por eso estoy solo...”
y a continuación se echaba a llorar, y se lamentaba aún más...
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