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Jueves 30 agosto

Acabo de llegar a Madrid para hacer un curso, y me he instalado en un modesto hotel, Hotel México, en la calle Gobernador, a un paso de la Estación de Atocha y del Prado. Eso es al menos lo que ha dicho el taxista, aunque a mí me parece todo demasiado grande. Es la primera vez que vengo a Madrid. Bueno, había venido de pequeño, pero esa visita no cuenta porque no recuerdo nada. El trayecto en taxi ha durado menos de 15 minutos, pero me ha dado tiempo a situarme un poco: Atocha, Ministerio de Agricultura, Jardín Botánico, Prado y luego esta callejuela queda a la izquierda.

Voy a pasar aquí un mes, que es lo que dura este cursillo sobre "Técnicas de márketing aplicadas a la producción oleícola". En la cooperativa piensan que el futuro del aceite en Úbeda está en ese cursillo y también en mis manos. Empieza el lunes y se imparte en la facultad de Agrónomos. Yo creo que un cursillo aislado es insuficiente; habría que combinarlo con otras estrategias más ambiciosas, pero eso ya lo expondré cuando presente la memoria a la Comisión. De momento, lo prioritario no es el cursillo, sino vivir, respirar, saborear Madrid. Y tengo un mes por delante para ello.


Viernes 31 agosto

El verano se aleja y da gusto pasear por la calle. Aún se nota que hay mucha gente de vacaciones y el tráfico todavía resulta soportable, aunque da la sensación de que en algunos días se convertirá en algo infernal. La gente que veo por la calle me parece bastante común: la televisión y sobre todo el cine tienen la culpa de hacernos creer que todo el mundo es bello y elegante. Pues yo encuentro la gente en Madrid tan corriente como en Úbeda, ni mejor peinados ni más altos.

No conozco a nadie en Madrid, pero eso, en lugar de desanimarme, me estimula. Es como escapar durante un mes de Úbeda, de la gente que veo todos los días, de los mismos comentarios, de los mismos saludos: "¿Cómo va eso? ¿Cuánto nos van a dar este año por el aceite? ¡Había que coger a Fischler y a Loyola de Palacio y mandarlos a la luna!" ¡Fischler y Loyola! ¡Ese gran dúo, Pimpinela II! Durante un mes podré olvidarme (un poco) de ellos, aunque el cursillo verse sobre el aceite.

Hoy he recorrido varias agencias inmobiliarias porque quiero alquilar un piso. Los que he visto y, sobre todo, los precios -¡qué robo!- me han desanimado, pero no voy a meterme en un tugurio. En "Urbis et orbi" me han dicho que quizá haya uno que me interese, pero me lo dirán mañana sábado. Mi madre quería que llamara a unos primos que tenemos aquí a los que no veo desde que tenía 10 años. Dice que son muy acogedores; no lo dudo, pero yo no voy a okupar la casa de nadie. Al final ella los ha llamado por su cuenta y me ha puesto en un compromiso. ¿A qué tecla tengo que tocar para que por fin hablemos el mismo lenguaje y consigamos entendernos?

Tengo aquí un libro con una lista de los exteriores de las películas de Almodóvar. Pienso aprovechar para visitarlos porque para mí son un hito turístico tan importante como la puerta de Alcalá.

Es mi segunda noche en un hotel y no sé qué hacer. No estoy acostumbrado. Si salgo al balcón, a la derecha está el Prado, aunque no se ve. Hay mucho ruido comparado con Úbeda, pero curiosamente no me molesta.

Sábado 1 septiembre

Hoy he cometido la locura del mes, así que no me puedo permitir ninguna otra en los próximos 30 días. He alquilado para este mes un piso que me ha encantado. No pienso decirle a nadie lo que cuesta: lo que me dan en la cooperativa como prima de alojamiento apenas cubre los gastos de agencia. Una ruina, en fin. Pero es un piso precioso con lo indispensable: un despacho con vistas a la Casa de Campo desde donde estoy escribiendo esto; cocina y baño apañados; un dormitorio suficiente, un hermoso salón pintado de amarillo y… una terraza enorme con un emparrado. Al ver la terraza con la parra he dicho "Ancha es Castilla". Además de las vistas a la Casa de Campo, a la izquierda se ve el Palacio Real y a la derecha un parque del que no recuerdo el nombre. Y en la parra se veían algunos racimos. Había también algunos rosales. Me han dado la llave y me trasladaré allí mañana domingo. ¡Cómo me gustaría venirme definitivamente a Madrid! Úbeda es muy bonita, la ciudad más bonita de Jaén junto con Baeza, pero ya me la conozco y nunca me sorprende. Creo que aquí podría encontrar mi sitio, hacer cosas, conocer a gente interesante. Estoy dispuesto a quedar marcado por este mes de septiembre, que además es mi mes favorito del año, y por supuesto por Madrid.



Viernes 7 septiembre

Ya llevo una semana en Madrid y apenas he tenido tiempo libre. El tiempo pasa volando, cada vez más rápido. Hay tantas cosas sobre las que tendría que escribir que no sé por dónde empezar. Bueno, como me imaginaba, el cursillo no propone nada que yo vea viable en Úbeda. La gente viene de Andalucía y de Extremadura, pero no tengo nada en común con ninguno. Menos mal que buscando la calle Conde-Duque, que es el decorado de la escena del "Riégueme" de La ley del deseo, he encontrado un taller literario. Y me he matriculado. Segunda locura del mes; segunda y última. La profesora es una argentina con mucho acento que nos pidió que escribiéramos un falso diario a lo largo de esta semana. Dice que si somos capaces de escribir un falso diario, conseguiremos distanciarnos de lo que escribamos en el futuro, aunque también dice que solo podemos escribir sobre lo que conocemos bien. Esto es parte de lo que le he entregado:

"Los errores son intrínsecos al ser humano, grupo al que me parece que pertenezco. La gravedad con que me examino es perjudicial. Debo ser hermeneuta de mis propios actos y buscar los porqués de los que no se comprenden en relación con el entorno y con lo que palpita en mi corazón. Uno debe esperar quererse y comprenderse a sí mismo también, no solo a los demás"

Los compañeros del taller son de lo más heterogéneo: hay uno colombiano que tiene 49 años, un hijo en Nueva York, 57 novelas escritas y ninguna publicada -quizá mientras yo escribo estas líneas, él ha escrito su cincuagesimaoctava novela-, pinta y es miembro de una ONG; hay otra que dice que es detective y periodista, además de diseñadora y actriz, aunque yo lo sintetizaría en una sola palabra: mamarracha; hay otros que han ganado algún premio literario... Pero quien más me ha interesado es una chica que se llama Marta y que es de Madrid. Ella se ha inscrito en este taller por recomendación de su psicólogo. La verdad es que nos lo hemos contado casi todo en apenas tres días, y ayer quedamos para tomar unas cañas en las terrazas de Santa Ana. Allí hemos reconocido la casa del enfermero de Hable con ella y la academia de baile "Decadanse" enfrente. A ella también le encantan las pelis de Almodóvar (y, como yo, dice que cada vez que ve una sale con ganas de, entre cosas, ponerse a escribir) y se ha apuntado a hacer el recorrido durante este mes conmigo. Hoy han quedado los del curso del aceite, pero salir con ellos me apetecía tanto como una endodoncia. Hace muy buena temperatura: estoy en la terraza. Son casi las doce de la noche y el Palacio Real sigue iluminado, para mi gusto en exceso. He puesto las canciones de las pelis de Almodóvar y ahora suena Ne me quitte pas cantada por una mujer. He invitado a Marta a comer mañana, y luego iremos a la Plaza del Cordón, que es donde está rodada la última secuencia de La ley del deseo, cuando explosiona la máquina de escribir y todos suben por los andamios después del tiro, todos menos Carmen Maura, que comprende que han vuelto a engañarla. Entonces un policía le echa su chaqueta por encima porque es de noche y hace fresco. Sin ese detalle de humanidad me habría ahogado en la pena de ese personaje. ¡Qué película tan bonita, Dios mío!

Miércoles 12 septiembre

A Marta le encantó el piso y el arroz. Dijo que la terraza más bonita que había visto hasta ese momento era la de Mujeres al borde de un ataque de nervios, pero que la mía no tenía nada que envidiarle. Se dejó su diario en el salón, pero aún no se lo he devuelto porque creo que no fue casual. En estos tres días no me ha dicho nada, como si no lo hubiera echado de menos. Yo creo que quiere decirme algo, que quiere que lea algo en su diario, pero no me he atrevido: solo lo he abierto y, al ver de lo que se trataba, lo he vuelto a cerrar. Creo que solo he leído una palabra, receptivo. Esperaré hasta el viernes.

Los racimos maduran, pero no creo que puedan comerse. Me gustaría estar a la vez en la casa y por todo Madrid. Hay un vecino que me ha sonreído varias veces, pero no me ha dicho nada; en cambio, otros no han parado de preguntarme qué hago en Madrid, cuánto tiempo pienso quedarme e incluso cuánto pago por el piso. Les he mentido a casi todos sin compasión: soy periodista mexicano, voy a quedarme en Madrid dos años antes de volver al D.F., no tengo acento mexicano porque mi familia es españolísima, y no pago nada por el piso porque me lo ha buscado el periódico. Sí, estoy de acuerdo con ellos en que es una suerte y en que mis horarios son muy raros.

Ah, Clara nos ha dicho que el ejercicio de los falsos diarios ha sido un fracaso, que todos hemos escrito verdaderos diarios, pero que eso siempre pasa. En ese momento, Marta me estaba mirando, pero yo no sabía qué decir.

Jueves 27 septiembre

El curso acaba mañana, con comida basada en el aceite (incluido paté y helado). Desde los primeros días se formaron algunas parejitas, pero yo me he enterado hoy. Está previsto que lo clausure Loyola de Palacio -si puedo, le dejaré caer distraídamente la tarjeta de las Hermanas Párraga, las peluqueras más reputadas de Jaén- y que se quede a degustar este monotemático menú. Nuevamente no sé si prefiero la comida o la endodoncia.

Hoy es el cumpleaños de Marta y lo celebra en el Círculo de Bellas Artes, donde trabaja un amigo suyo. Me ha impresionado mucho el relato que nos leyó sobre la cabeza suspendida en la cornisa de un edificio. Sin embargo, no me he atrevido a leer su diario. Se lo devolveré luego, junto con un bolso hecho en Senegal que le he comprado y que creo que le gustará.

Sábado 29 septiembre

El mes en Madrid ha pasado rapidísimo, casi sin darme cuenta. Mañana vuelvo a Úbeda y el lunes tendré que presentar la memoria ante la Comisión de Aproliva. No sé si me acostumbraré de nuevo, si lo podré soportar. Marta se va a quedar en este piso y me ha dicho que puedo venir siempre que quiera. Me voy a poner a buscar trabajo en Madrid ya. Mi padre dirá que haga lo que me parezca mejor y mi madre, que estoy loco, y nos enfadaremos; pero Madrid me gustó desde el primer día. Hoy me he comido las dos o tres uvas que había más maduras en la parra. Marta se disculpó por lo del diario y me agradeció que no lo hubiera leído. ¿Por qué?

Texto agregado el 20-10-2005, y leído por 203 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-11-2005 Sabroso recorrido por Madrid atrvés de las películas de Almodóvar y tu diario...un beso eloisa
22-10-2005 Pero qué majo... me ha encantado. Muy entretenido, con fondo de película de Almodóvar, y tantos detalles de Madrid. Genial. Sophie
 
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