El sabor de la amargura
ha logrado transformarse
en recuerdo que es indeleble.
Dolor confabulado
para repetir la despedida,
que no tiene un adios.
Se revive el ritual
de atar mis brazos,
como antesala a la extinción
de las opciones que burlaron
la costumbre establecida.
A pesar de la inquietud,
esta siempre fue escasa en la intención
de torcer el camino.
El continuo se volvió absoluto
para impedir que olvidara las lágrimas
y agotar las fuerzas
para enfrentar
a las sombras multiplicadas.
Se reían desde lejos
preparando su victoria.
Anunciaban escribir en blanco y negro
sobre mi frente
la palabra derrotado.
Agonía que se extiende,
sobrevivencia más allá de lo esperado.
Se superaron tradiciones
y la costumbre de rendirse.
(por un momento).
Volvieron a escapar los miedos
para asegurar el resultado
ante una oposición que fue mayor.
Ya no hay letras doradas,
para relatar la caída.
Tampoco esta vez era el momento
y no supe el modo
de borrar los recuerdos
para ahogar el dolor.
Sin pudores,
volvía a ceder al silencio.
Texto agregado el 20-10-2005, y leído por 172
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