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La película había traspasado la pantalla en una suma de episodios subjetivos, mientras Carlos ahogaba sus lágrimas en la butaca del cine. En soledad, la silueta titilaba ante la palidez del film que lo tenía como absoluto espectador, mientras sus manos se enhebraban en los compases del adagio, in crescendo a la par del argumento. Y su mente cabalgaba la poesía del amor que se internaba dentro y fuera de la piel, como un escaparate vulnerable a los sentidos. Vivía la trama del engaño junto al enredo de su psiquis que oscilaba entre la calma y el espanto. No había forma, mientras más veía el film, más amaba a su compañera Sara. Todos los días a la misma hora, la platea lo esperaba entre las almas que habitaron las mismas sensaciones; de pie, su figura alargada se instalaba para revivir el espectáculo. Y las tardes se extendían en una ilimitada evocación, ramificada en sus entrañas de galán que atravesaba mares y guerras para rescatar los vestigios de su amada. No había límites, el cielo y la tierra se fundían en un solo menester, enamorarla nuevamente. Ese día la llovizna acompañó su cuerpo al cine, el insomnio había cautivado sus pupilas en una extraña sensación de desamparo. Cansado, con las piernas aprisionadas de soledad, sus pasos se cerraban en una enorme mueca de dolor. Las gotas no cesaban de filtrarse por debajo de su rostro, como una enorme grieta quejumbrosa que rodeaba su semblante. Solo unas cuadras lo separaban, entonces apuró su ritmo para llegar a horario; allí estaba, la sala resplandecía como un oasis pasionario entre la multitud lindante, mientras él se iba internando en el oscuro vientre de la felicidad. El enorme afiche lo detuvo absorto, sus ojos navegaban el recorrido de las letras, como en un laberinto sin salida; la tierra había estallado en mil espasmos del color de sus mejillas que no cabían dentro de su entendimiento. Como un títere sin dueño, desolado y cóncavo, arrastró su larga sombra por la calle, hasta diluirse en un punto. Detrás, la vidriera exponía la nueva cartelera de espectáculos; Sara ya no volvería a protagonizar su film.

Ana Cecilia.

Texto agregado el 10-01-2003, y leído por 607 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
11-01-2003 Pues pasé mucho tiempo enamorado de Ornella Muti y vi repetidamente sus peliculas. Pero como dicen aqui estoy loco como siempre!! williemay
11-01-2003 Paren, a los que no me entienden jajaja, a ver; el tipo estaba enamorado de la protagonista de la película, que se llamaba Sara, al cambiar la cartelera, ella no estaba más, ¿está?, besossss, Ana. AnaCecilia
11-01-2003 Habría que regalarle esa película en video para que la viera una y otra vez hasta que pasara como dice la letra de la copla:" se me rompió el amor de tanto usarlo" alqutun
11-01-2003 Me ha gustado mucho el relato, sobre todo por la gran riqueza lingüistica de la que haces gala, aunque debo confesar que no he acabado de entender el final. De todos modos me enganchó, felicidades. jayro
11-01-2003 Bien manejado tema de locuras obsesivas. Besos gatelgto
10-01-2003 Retratas muy bien la obsesión del personaje Anita. Algo así me pasaba con Sophie Marceau... jajaja (risa con derechos reservados tuyos.) Seudonimo
 
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