Sr. González.
Un pasillo largo. Ciento carcajadas, una gotera cae irrespetuosa mientras un niño llora, tiene un bendito dolor en los pulmones, le corre una mucosidad verdosa, la madre pacientemente lo limpia, mientras la gotera aquella cae sin interrupción una y otra vez. Corro en el pasillo husmeando, hay olores extraños y voces gangosas que llaman a la distancia, el pasillo se me hace cada vez más blanco, es como si una luz quisiera enceguecer a todos aquellos pacientes que tan pacientemente esperan el llamado de un doctor para poder ser sanados de los males que les acongojan. Escucho mi nombre veo a las personas a mi alrededor, al parecer estoy tendido en el suelo, (pero si yo paseaba por ahí, pienso), escuchó nuevamente la gotera y siento su pequeña frescura, la pequeñita se ha introducido por mi boca y se aventura en mis entrañas. De pronto escuchó que me llaman, ciento el cuerpo helado, la sangre corre por mis venas. Sr. González, escucho, alguien zamarrea mi cuerpo, abro los ojos y veo; una señora me sujeta para no caer, entonces me percato que todo había sido una pesadilla, producto de la espera en un hospital.
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