Presa del pánico. Es una forma de definir el estado de ánimo de Julián mientras avanzaba a través de la sombra. Oía el crujir de la madera bajo sus deportivas, que se unió al sonido metálico que rebotó a su espalda. Apretó con firmeza la esfera de goma que tenía en la mano y siguió avanzando hasta dar con un muro. Se detuvo. No había rastro de su hermana, así que la llamo a gritos y el eco de su propia voz le restalló en los oídos, como única respuesta. Julián empezó a sudar, la oscuridad realmente le aterrorizaba y bloqueaba su capacidad de pensar con claridad. Transcurrían los segundos más tensos y agobiantes de su corta vida cuando súbitamente, tras un nuevo sonido metálico esta vez más lejano, la luz se hizo y Julián pudo ver como su hermana entraba en la sala a través de la puerta de cristal, cerrándola tras de sí.

Julián se rehizo, se seco el sudor y los ojos vidriosos con la muñequera, recogió su raqueta y siguió jugando, algo más intranquilo...