La voluntad es creadora.
Mientras que la soledad es divina. Es muy adentro, en las profundidades de la inmensa caverna donde habitaron los sabios osos gigantes por miles de años. Solitarios y silenciosos. Orgullosos y soberbios, omnipotentes con su gran masa corporal de dos toneladas.
Cavernas de boca ancha y de grandes pasos aislados. Paredes rupestres cargadas de ricas ideas que en algún momento de la historia paleolítica tardía, fueron mitos y leyendas, tangibles y comprobables en la realidad cotidiana de esos tiempos.
La sabiduría de el hombre en evolución conservaba de algún modo su instinto animal en diferente forma que la del hombre actual. Le llevaba a cazar, a vivir en forma sedentaria en la hibernación, y semi nómade según el clima, a migrar hacia un horizonte de clima tibio, hacia un horizonte con abundancia de agua, húmedad y valles fértiles. Es decir el instinto animal, y su conjunto de habilidades, conductas, pensamientos y actitudes, era cualidad determinante para mediar con el entorno y, lo principal, sobrevivir a sus necesidades primarias gracias a el. Esa región del cerebro, neocórtex derecho, se encontraba irrigada de tal modo que se actualizaba constantemente en forma espontánea y se hacía por ello cada vez más perfecta en su impresionante trance evolutivo.
A medida que la técnica rudimentaria fue perfeccionándose, dando paso a una tecnología cada vez más sofisticada, el uso de la razón y el intelecto consciente fue cobrando mayor vitalidad, impulsado también, por la naturaleza del pensamiento cada vez más complejo.
A su vez, el instinto animal, con su conjunto de conductas y modalidades, ha ido cobrando una siesta temporal que amenaza discretamente con prorrogarse por cada vez más tiempo en los hombres del futuro.
Partiendo desde la escritura fenicia, las matemáticas, la geometría, la astronomía y la filosofía, enrumbó el hombre a embarcarse en una barca de pensamientos abstractos, complejos, utópicos y en su mayoría inexistentes en la realidad tangible, o al menos inalcanzables para sus límites físicos, digamos por ejemplo la cosmología que estudiaba los astros.
La voluntad es creadora
Mientras que la soledad es divina. Y el hombre parece ser que evolucionó en esa dirección. La de la razón abstracta de los griegos. La del pensamiento racional, oscuro, artístico que habitaba con los arduos reglamentos del oso gigante de las cavernas. Parece ser que el oso, extinto ya, poco antes de su ida, húbose de cerciorar si el hombre estaba en inmejorable camino para cederle, de ese modo, la caverna para que evolucionara, cocinara sus ideas y siga su camino hacia la trascendencia infinita. |