El Mele y el Macaco eran grandes amigos desde la infancia, memorable época de espasmos y ajedrez. Se encontraron cierto día tras algunos minutos sin verse, y resolvieron comer en un restorán para celebrar tan inesperado encuentro. Ya sentados en los pupitres, acordaron deleitarse con el mismo platillo: "rábanos picudos".
- Mmm, qué buenos están-espetó el macaco.
- Mmm, se nota que son sin lote, de raya de rupia-se relamía el Mele mientras estiraba un pie.
Tras el festín, y en una animada conversación sobre birretes, comenzaron a mirar alrededor. Eran el centro de atención, todos tenían sus ojos puestos en ellos, que no daban crédito. Tan asombrados estaban que no se dieron cuenta que un cocinero, cuchillo Ginsu(trademark) en mano, empezó a trincharlos.
- ¡Dios mío, macaco! Me trinchan como un antílope y no puedo hacer nada. ¿Qué ocurre aquí?
- Ocurre que nos han convertido en rábanos picudos.
Estaban preparando una ensalada con ellos, porque eran los rábanos más jugosos que jamás se había visto en todo un lustro con lustre. Los comensales se relamían pensando en como los iban a deglutir, ¡qué marrulleros!
- ¡Corre Mele, que no te trinchen como a mí, como al ajado potosí!
Corrió el Macaco como el loco Flores, saltando por encima de las mesas y sorteando cuchillos y navajuelas, hasta quedar sin aliento a varios decámetros de allí.
Miró alrededor y se autoobservó: "¡soy un rábano picudo, qué atroz! ¿Cómo encauzaré mi profesión siendo un vegetal hortícola?"
Tras la lasca que le dejó que a su sosias lo convirtieran en un primer plato y lo poco que le gustaba ser una hortaliza, rompió a llorar. Si al menos fuese un tubérculo...
Pero al instante apareció un extraño ser, era un hombre endibia.
- Tranquilo, sé cómo te sientes de rudo. Pero confía en mí. Te llevaré donde te ayudarán.
El mele lo acompañó hasta la sede de AHORAV (Asociación de Hombres Ofendidos Reconvertidos A Vegetales), donde lo asesoraron y le dieron apoyo psicológico y un arriate donde vivir.
CONCLUSIÓN: Si próspero hombre eres,
y un buen amigo tienes,
y te vas a comer un día,
y en rábano te conviertes,
no pierdas tu alegría,
en la AHORAV sí te quieren.
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