Usted no me conoce. En realidad me conoce, pero no se acuerda de mí. Yo si la tengo presente. Siempre impecable, siempre de peluquería con esa elegancia que en algún tiempo quise para mí y que hoy no sólo no envidio sino casi ignoro, detalle de sofisticación vacío y de altanera hipocresía. Disculpe ese atrevimiento, sobre todo en estas circunstancias, a veces no puedo contener mis pensamientos y se me escapan en palabras, será cosa del paso del tiempo, porque sí hubo una época en que lo callaba todo, en que sonreía y agachaba la cabeza. Época en la que vivía creyendo que el mundo era de la gente buena y noble, como yo, y no de la engrupida y soberbia, como otras. Perdóneme otra vez, es que no me puedo contener, fueron muchos años, ya lo comprenderá.
Para empezar le diré que soy Paula, claro que a usted mi nombre no le dirá nada. No le hará estremecerse como a mí escuchar el suyo, seguido de un apellido de alcurnia y precediendo a un Señora. -Quiero decirle que yo también tengo un prefijo, no seré “señora de”, pero soy profesora, y que también tengo lo mío, que es la biología. Pero eso no viene al caso, ni creo que le interese, aunque bien le convendría saber de gente como yo que estudió y progresó de grande, porque de joven fue opacada por otra como su marido que la protegió de todo menos del dolor, y le dio todo menos vida social y mundo propio.
A esta altura ya debe imaginarse hacia donde gira esta rueda, y que yo no soy sólo un nombre en una cara que alguna vez fue bonita y un cuerpo que recuerda las virtudes que otrora lució.
Disculpe que no pueda mantenerle la mirada, eso es algo que no pude ganar ni con esfuerzo, me intimidan las posturas rígidas, y las pupilas dilatadas. Sin embargo voy a terminar lo que empecé aunque me horade con su fiereza. Me lo debo:
Juanjo, perdón, el Sr. Juan José, me ha venido a ver. Sí, la misma sorpresa que le causa me importunó a mí. ¿Porqué después de tanto tiempo, tantas miles de horas de esperarlo, de llorarlo, de desear con locura que volviera a mis brazos? ¿Porqué cuando el tiempo ya lo había encanecido y doblado? -Me sorprendió verlo más pequeño, más flaco, más gastado, ¿sabe?- Me contó todo, lo del matrimonio que nunca funcionó, los negocios que florecen y lo agobian, su soledad cargada de compromisos, todo... Perdone la franqueza, pero es imperioso que hable con todas las letras -tarde lo aprendí, tarde lo aplico-. Me pidió que le hiciera un lugar en mi casa, en mi cama, en mi vida.
No le niego, me hizo feliz la propuesta de que sus cosas llenen las mías, de que su olor se desparrame por los rincones que siempre lo esperaron, de venir a mis brazos, cumpliendo una promesa largamente repetida, esculpiendo las palabras que siempre me negó.
Esta mañana dejó sus cosas en mi casa, por eso estoy acá. Por eso esta perorata, por eso este atrevimiento de tocarle timbre y privarla de su sesión de masajes.
Una sola cosa le pido, Señora, cuando mande a recogerlas pregunte por Ramón, él le indicará que bultos son y le entregará los paquetes, hasta puede que ayude a cargarlos si le ofrecen alguna propina, así se maneja esta gente. Junto a las cosas hay una carta para su esposo, quizá suene un poco despechada, son sólo verdades. Entréguesela si tiene corazón, que yo no tengo ganas de verlo pedir por favor, como yo he pedido.