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La tristeza hace milagros - de eso no me cabe la menor duda -. Cuando a alguien se le ha quitado todo en esta vida al menos queda la tristeza como única y fiel compañera irrebatable. Pero la tristeza no es sólo eso, posee extraños compañeros que abren campo a otros mundos en donde habita la lógica y el consuelo. Abre mundos que se vuelven habitables, quien se atreve y penetra en dichos mundos, conoce a este de otra manera.

Chingui Mingui sabía, desde pequeño, caer en profundos estados de tristeza (y sabía también matar a quien quería curarlo de ella) y se fabricó tantos cuerpos en tantos mundos que le bastaba con un pequeño halón para morirse en esta vida y abandonar este su inmundo cuerpo.

Tanto amaba Chingui Mingui los juegos mortuorios morbosos consigo mismo que sus cuerpos de otros mundos fabricados por sí mismo mediante su fiel amiga la tristeza no tardaron mucho en sentir curiosidad por él. Y comenzaron a aparecer en este mundo a través de sus ojos.

A los quince años de edad ya era Chingui Mingui un vampiro "Ése es el Vampiro Intergaláctico" - decía mostrando a sus futuras víctimas mientras le crecían las uñas en manos negras, blancas con un halo azul oscuro silencioso y las orejas se le ponían negras, grandes, puntiagudas.

A los veinte años de edad Chingui Mingui ya era considerado como uno de los extraterrestres más notables de la historia registrtada de la humanidad.

Un buen día...

Texto agregado el 18-10-2005, y leído por 187 visitantes. (1 voto)


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