Hace ya muchos siglos, cuando la Tierra daba sus primeras caladas de vida y el hombre dio sus primeros pasos en el mar de la sabiduría y la lógica, nacieron los días de la semana. El hombre, siendo consciente de su razón, dispuso ante la mujer la siguiente teoría:
- Yo, como buen hombre, salgo siete veces a cazar, arriesgando mi piel ante feroces animales sangrientos sin compasión. Por ese motivo, habrá siete días.
- Gran razonamiento, amado mío. Pero, ¿cómo los diferenciaremos?
- Dándoles un nombre que los identifique. Por ejemplo, el primero se llamará Luna, en memoria a la primera vez que descubrimos aquella bola brillante que colgaba de un hilo muy fino y transparente del cielo.
- ¿Luna? No posee imaginación ni chispa: mejor lo llamaremos Lunes.
- Como quieras. El segundo, por ejemplo, será Mar, dando gracias a nuestra grna proveedora de peces y alimento fresco.
- Es demasiado soso, carece de salsa: lo llamaremos Martes.
- Está bien... el tercero se denominará Colores, pues hemos aprendido que nuestro entorno se forma de gamas diferentes de tonos chillones y llamativos.
- ¿Color? No, esa idea tiene poca gracia.
- Pues entonces...¡Miércoles!
- De acuerdo, pero entonces el cuarto día se llamará Jueves.
- ¿Jueves? ¿Y de qué viene?
- Por júbilo. Será el día central, y es un gran motivo de alegría haber pasado media semana ya.
- ¿Y el quinto?
- Viernes. Es el primer día que vimos uan puesta de sol, todo de color oscuro, violeta. Viernes.
- Pues el siguiente se llamará Sábado. En nuestra ruta por la sabana, descubrimos la gran fuente de calor a la que denominamos fuego.
- ¿Y el último?
- Domingo.
- ¿Y por qué?
- Porque lo dice Dios.
- ¿Dios?
- Es el día en que hay que dedicarle toda nuestra atención, dejando nuestras actividades para el Lunes.
- Me gusta: Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo.
Y así llegó hasta nuestros días.
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