En este día opaco,
Insaboro,
me siento inmerso
precisamente
en la nada.

Ojalá no hubiese amanecido
Y que el reloj
fundiese
estas veinticuatro horas
en el crisol de la nada.

Nada, ni siquiera
un problema
ni siquiera un aguijón
la tarde se clava
como una enorme boca
dibujando un descomunal
bostezo.

El cielo es blanquecino
sin fondo, amorfo,
como la pupila
de un no vidente.

Nada, ni siquiera
la dialéctica
entrometiéndose
entre mis prejuicios
y mis acciones,
nada, la silenciosa gente,
los intereses aparcados
en la ribera lejana,
la tarde sigilosa,
escuálida,
lloviendo su pereza,
su desgano,
invitándonos a todos
a recalar en este
espacio borrado…