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(Parte final)

Resumen: Preusan celebra con su familia la toma de posesión del liderazgo. Lo que no sabe es que entre los suyos hay un traidor: su hermano quien entrega su preciado automóvil a su más enconado rival, un matón llamado Teliusan. Este desea matarlo y sólo desea que el muchacho aparezca en sus dominios para acabar con él.

Preusan acomoda al desmayado en su silla y se introduce en el lugar. En la casi penumbra, se aprecia una anarquía orgiástica. Hombres y mujeres se divierten de las más diferentes formas. La música es estridente e inunda todas las dependencias. Preusan se mezcla con la masa que vocifera, grita y se desenfrena. De paso, estudia las características del lugar. Existe infinidad de habitaciones y tras sus muros, se adivina intensa y pecaminosa actividad. Pero el objetivo de Preusan es uno solo y sin mayores miramientos pero manteniendo la cautela, se interna por los corredores hasta dar con el garaje en el cual por fin se reencuentra con su lujoso vehículo. Pero no ha reparado que un tipo fornido se aproxima emboscado tras los demás coches y cuando está a punto de desbaratarlo con un feroz golpe de puño, Preusan, que lo ha visto a través del espejo retrovisor, elude el golpe y contraataca con furia, derribando al tipo con un certero puntapié en el estómago. Ambos se trenzan a golpes y el grandulón pareciera estar a punto de derribarlo si no es porque Preusan descubre una llave de acero en el piso y empuñándola con resolución la descarga en el cráneo del Goliat. Este cae pesadamente al piso y Preusan silba suavemente provocando una longitud de onda que permite activar la cerradura del vehículo. Es la llave alternativa que se reserva para estos casos. Todo resulta a la perfección ya que la reluciente puerta le franquea el paso y el se introduce resuelto en el interior perfumado a sándalo.
Antes que los secuaces de Teliusan acudan a detenerlo, el imprime la máxima potencia al motor y el coche sale disparado del lugar. Algunos tipos son embestidos por la carrocería y uno que alcanza a agarrarse de uno de los alerones, es despedido por los aires luego de un brusco viraje. El coche arrasa con el portón de salida y luego, sin sufrir daño alguno, se pierde por el camino terroso.

Junto a su padre y hermano, Preusan sabe que deberá afrontar el ataque del villano y que este se hará efectivo en breve. Por lo tanto, se proveen de armas de diverso tipo, las suficientes para repeler a un batallón. Tomso está dispuesto a luchar junto a su hermano, pero esto es sólo un ardid. Sabe que lo primero que hará será entregar en las manos de Teliusan a su hermano y a su padre, primero, para evitarles una muerte segura y segundo, porque recibirá una buena cantidad de bonos. Los tres abandonan su confortable vivienda y viajan a la zona rural en donde tienen una casa de campo que es una verdadera fortaleza. Guiliac Hilindro, el padre, sufre con esta situación ya que ama a sus hijos y teme perderlos tal como perdió a su esposa muchos años antes. Esa es una historia que su gastado corazón nunca ha sabido superar. Ambos se amaban intensamente pero el destino eligió otro camino y una terrible enfermedad acabó con la vida de ese ser sublime. Guiliac la recuerda y la añora y la ve reflejada en algunos gestos de sus hijos, lo que si bien no es un consuelo, le permite tenerla siempre en su mente.

Son las doce de la noche y padre e hijos conversan animadamente sin perder de vista el terrible designio que les aguarda y que deberán afrontar con la mayor valentía, puesto que las fuerzas de Teliusan suman más de doscientos hombres que aparecerán en cualquier momento. Se nota la tensión en las manos levemente temblorosas del anciano y en las facciones algo rígidas de Preusan. Tomso, simula leer una revista de historietas pero en realidad está preparado para perderse en cuanto sienta que los maleantes estén a metros de la casona. Por supuesto que llegará furtivamente al lado de Teliusan para entregarle la llave de la puerta trasera, la que supuestamente estará custodiada por su padre. Las condiciones son que el villano respete la vida de sus familiares y sólo se apropie del automóvil.

Un alarido y luego una sucesión de disparos, le indican a Preusan que ha llegado la hora de luchar por lo suyo. Una poderosa ametralladora está dispuesta en la ventana principal y varias más han sido apostadas en la periferia. La lucha será inclemente pero no dará en el gusto al malvado Teliusan de verlo derrotado. Los balazos son cada vez más cercanos, hasta que de pronto aparece la primera fila de atacantes. Preusan, Guiliac y Tomso se han apostado cada uno frente a su ametralladora y cuando los tipos están lo suficientemente cerca, ambos accionan las armas y una multitud de proyectiles ilumina la noche para en un segundo a dar en el blanco. Varios son los facinerosos que caen para no levantarse pero una segunda oleada de malhechores hace necesaria una segunda descarga. Se repite lo mismo, con una infinidad de malhechores caídos y con otra oleada, esta vez más numerosa. Es entonces cuando Guiliac repara que Tomso ha desaparecido de la estancia.

El muchacho se ha fugado por la puerta trasera y arrastrándose entre los matorrales ha logrado llegar al lugar exacto en donde lo aguarda Teliusan. Este lo recibe con un palmazo en la espalda y sonriendo de manera socarrona. Tomso le entrega la llave y le reitera que no desea que los suyos salgan heridos.
-Ya sabía yo que se podía confiar en ti, mi buen muchacho, ahora toma a cambio este fajo de bonos para que te des la buena vida.
Y antes que Tomso alcance en tener en sus manos esa recompensa con sabor a traición, Teliusan le descerraja un disparo a quemarropa.
-Eso va de mi parte ya que no soporto la traición, mi buen chico-exclama y enfundando su arma, sonríe con cinismo.
-¡Ataquen con todo! Yo mismo me encargaré de acabar con ese arrogante muchachuelo y con su famoso padre. Después serán mía esta propiedad y el lujoso coche que esta vez si que me lo apropiaré para siempre. Y dicha esta arenga, el bandido se agazapa para alcanzar la puerta trasera.

Guiliac ya está apostado en el fondo de la vivienda resistiendo el asedio de los forajidos. Preusan, por su parte, corre de un lado para otro accionando las ametralladoras. Pero el ataque ahora es masivo y aunque puertas y ventanas están provistas de enormes blindajes siempre es posible esperar una sorpresa del astuto malvado.

Antes que este destello de pensamiento se borre de su mente, Preusan percibe que algo ocurre en la parte trasera de la vivienda. Hacia allá se dirige y se encontró con una desoladora escena. Su padre yace desmayado en el piso y el facineroso de Teliusan aparece ante su vista como la imagen misma del demonio, sonriendo sarcásticamente.
-Hola muchacho- dice, mientras le apunta con su revólver. –Sé que no te esperabas esto, pero te diré algo como consuelo. El traidor de tu hermano, ahora ya no existe así que no tendrás que amonestarlo. Aunque tampoco eso será posible porque luego de transformar en harapos a tu padre, acabaré de una buena vez contigo. Pero te tengo otra sorpresa.
El tipo abre la puerta de par en par y llama a uno de sus secuaces. De pronto, aparece en el umbral su novia Mielka, la cual es arrojada a los pies del malvado. Preusan se adelanta enfurecido pero Teliusan le conmina a tranquilizarse, apuntando a la cabeza de la chica.
-Esto no te lo esperabas ¿verdad? Tu novia, esta virginal chica, también será de mi propiedad. Con esto, cerramos el círculo. Un golpe maestro, mi repulsivo enemigo.
-Ella no tiene nada que ver con esto- grita Preusan, mientras su rostro se desfigura por el odio y la impotencia. El bandido besuquea a la asustada chica y mientras un coro de risotadas celebra este hecho, el pobre muchacho siente que lo está perdiendo todo, que ese asesino le quitará lo más querido, su familia, su novia y sus posesiones. Sin perder del todo la calma, le pide a Teliusán que deje ir a la chica y a su padre. Que si desea su vida, puede contar con ella. El tipo lanza una horrible carcajada y mueve su cabeza negativamente. Está decidido a apropiarse de su vida y de todo lo que el ama.
-La gracia de todo esto es saber que te irás al otro mundo despojado de todo. Pero consuélate infeliz. Yo cuidaré de lo tuyo. Puedes morir absolutamente en paz. Y cuando el asesino se prepara a descargar su pistola en el cuerpo indefenso de Preusan, se escucha una voz en las afueras. Es Tomso, que arrastrándose en medio de un reguero de sangre, balbucea:
-Tienen diez segundos para salir…, luego … todo explotará…
Teliusan, pierde el control por una décima de segundo, lo que aprovecha Preusan para abalanzarse sobre él y arrebatarle el arma. Ambos hombres forcejean en el piso mientras los demás han huido en desbande. Entonces Tomso activa una serie de explosivos que hace volar a la mayoría por los aires. El muchacho sonríe ante esta estratagema pero se levanta a duras penas para socorrer a su padre y sacar a la chica. Preusan y el bandido aún luchan encarnizadamente. Se sabe que esta será la lucha final, la crucial, la que acabará con uno u otro fuera de esta existencia. Preusan ataca con furia pero su oponente actúa con sagacidad. Las fuerzas están relativamente equiparadas. Finalmente, el muchacho reduce al malhechor y le conmina a pedirle disculpas. Está dispuesto a perdonarlo aunque sabe que una sabandija como él no aceptará una tregua, ni menos un pacto de honor. Treusan pareciera rendirse y le ofrece su diestra pero cuando el muchacho extiende la suya, el tipo saca un puñal de entre sus ropas con la intención de enterrarlo en el corazón de Preusan. El chico, empero, lo esquiva con agilidad gatuna y el asesino se estrella con el canto de la puerta de acero, partiéndose el cráneo.

Todo ha terminado, Preusan conduce su automóvil con la gallardía del que posee el cetro familiar y junto a él su novia se apoya amorosa a su hombro, atrás, un contundido pero reanimado Guiliac, se abraza con Tomso, quien, a su vez, aprieta el vendaje de su brazo herido, mientras se juramenta a no volver a traicionar a los suyos. Saben que por ahora habrá una tregua, mas, no dudan que los asesinos se rearmarán y regresarán para cobrarse venganza. Pero eso ocurrirá más adelante. Por ahora, sólo aguardan que amanezca. Eso ya es una esperanza…








Texto agregado el 18-10-2005, y leído por 277 visitantes. (0 votos)


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