La gitana se acercó y me dijo con ese tono brusco que identifica a su raza: Pasa acá tu mano paisano para verte la suerte. Yo, tomado por sorpresa, estiré mi diestra, la que fue de inmediato apañada por la pintoresca mujer. Ella comenzó a examinar las líneas de mi mano y mirándome con fijeza me lanzó esta predicción: Veo una línea muy larga acá. Si, eso veo, un muy largo viaje paisano, viajarás, viajarás, eso veo.
Comencé a regocijarme puesto que la gitana parecía estar muy al tanto con lo que ocurría en mi futuro.
-Pero para ello se concrete debes pasarme un pañuelo y lo que tengas de dinero en el bolsillo- me dijo, sin despegarme la mirada. Yo busqué hasta encontrar un billete de mil pesos y se lo entregué. Ella envolvió el dinero en el pañuelo, recitó unas extrañas palabras y después me lo devolvió todo. Agradecido de ella, la ví alejarse confundiéndose entre el gentío. ¡Viajar, viajar! ¡Lo que siempre había sido mi sueño y he aquí que aparece esta bendita mujer para indicarme que mis anhelos se harían realidad.
Era hora de regresar a casa. Abrí el pañuelo para sacar el billete de mil pesos –que a todo esto era la única divisa que me alumbraba el camino- y ¡Oh sorpresa! Dentro del pañuelo sólo encontré un pedazo de papel en blanco. Desesperado, corrí tratando de encontrar a la gitana aquella, quien se había esfumado acaso haciendo un truco de magia.
Después de caminar durante tres agotadoras horas, llegué a mi casa y me arrojé sobre la cama absolutamente exhausto. El largo viaje augurado por la gitana se había hecho realidad…