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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La maléfica (Parte I)

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La mujer se contempló en el espejo y sonrió complacida. Esos labios abultados le otorgaban a su rostro una manifiesta sensualidad. -Los cirujanos hacen milagros- se dijo y recordó su boca primitiva de labios delgados, casi inexistentes. Siempre había pensado que su sonrisa era sólo una mueca, que sus afanes no habían sido del todo satisfechos, que ningún hombre podría considerar atractiva una sonrisa sin el marco subyugante de unos labios creados para el beso. Se retiró un poco del espejo para contemplarse de cuerpo entero. Si, indudablemente era otra, una mujer que irradiaba feminidad, elegancia, clase.

Desde entonces se transformó en una mujer de mundo. Con la seguridad de saberse atractiva, Andrea visitó lugares que antes ni se hubiera imaginado. Los hombres la acosaban, era el objeto de atención de toda fiesta o reunión, se sentía feliz, plena, mimada por los dioses. Hasta que conoció a Lorenzo, un magnate que de inmediato se sintió atraído por ella. La mentalidad de la chica también fue cambiando. Todo lo que antes le importaba ahora había pasado a segundo plano, se transformó en una mujer superficial, insensible, carente de sutileza, perdió el candor, ahora era otra, más fría y despreciativa. Cuando Lorenzo la abordó, ella no le prestó demasiada atención. Curiosamente, ella no buscaba los dones de la fortuna sino las preseas de su dominio sobre cuanto hombre se cruzara por su vida.

El espejo pasó a ser su más íntimo compañero. Al igual que en el cuento de Blanca Nieves, Andrea se preguntaba: -¿Habrá una mujer más bella que yo en este mundo? Y el silencio del cristal le otorgaba una respuesta más rotunda que un coro proclamando su potestad.

Apareció sin embargo Clara, una bellísima morena, tanto o más sensual que Andrea, un ser angelical que tenía la suficiente elegancia para subyugar a cuanto hombre estuviera cerca de ella. Pronto, las miradas comenzaron a desviarse y desde la figura estilizada de Andrea resbalaban indefectiblemente hacia el cuerpo grácil de Clara, quien, investida de un halo de inocencia y atractivo destinado acaso a desviar esas miradas quemantes, conseguía por paradoja el efecto contrario. Los hombres terminaban enloqueciendo por ella y la perseguían y acosaban como si Clara fuese la dueña de todos los dones.

Andrea comenzó a sentir celos de la muchacha y como aún contaba con Lorenzo para que le concediera cuanto deseo estuviera a si alcance, una tarde le prometió que le brindaría la oportunidad de conocerla más a fondo si sólo le daba en el gusto en algo que para ella era de gran importancia. Lorenzo escuchó la petición y no pudo menos que horrorizarse. Lo que la malvada chica deseaba era que Clara fuese enviada a un lejano país y que allí se le mantuviese secuestrada de por vida.
-Tienes que entender que lo que me pides es un delito que si se descubre se paga con cárcel. Acaso con la vida- le dijo Lorenzo.
-Tienes la fortuna para emprender cualquiera empresa y para comprar a todos los abogados y testigos. Me extraña que me niegues un simple deseo. Sé que te mueres por mi y si me concedes este favor, tendrás los míos si lo deseas de por vida.

El hombre titubeó. Si aceptaba esto, estaba condenado a ceder quizás a cuantos otros caprichos. Pero la mujer lo volvía loco, era capaz de todo por ella. De todo.

(Continuará)









Texto agregado el 17-10-2005, y leído por 547 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-10-2005 Gran revisión de Blancanieves. Excelentemente contada. Voy a por la segunda. Efecto_Placebo
17-10-2005 Excelente comienzo. Me fascina como desarrollas una trama de moderna Blanca Nieves. Espero la segunda. kone
 
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