CUENTEROS DE MADRID
CUENTEROS EN MADRID
La temperatura buena, como en marzo o abril pero en octubre. Las calles abarrotadas de gente de todos los colores y razas, en un babel de lenguas, dando color y sonido a unos edificios del XIX cuyas ventanas y balcones todavía no han podido digerir tanto como ven y tan variado.
Plaza de La Puerta del Sol, calle Arenal, de Las Fuentes. Allí, justo en la barra del “Iris” hay un cuentero. Es la primera vez que nos vemos. Le miramos con cierta fijeza antes de preguntar y él nos mira igual... ¿Eres Josef? Sí, yo soy. Directamente preguntamos por su nik y él por el nuestro.
Somos los primeros en llegar. Él se proclamó organizador a falta de otro que tuviera la iniciativa. Tuvo fe en que iríamos los que nos apuntamos y allí estaba paciente apoyando el codo sobre el mostrador.
Primeras sonrisas tímidas; destellos de alegría por el encuentro y unas cervezas con aceitunas sevillanas para esperar a los demás.
Fue un goteo de cuenteros. Salvo unos pocos que ya nos conocíamos desde marzo, el resto sólo por el nik o por la foto de la bio.
Se fue poblando y hubo necesidad de otra mesa. A Josef, Juanrojo, Neus_de_Juan y Graju, se les sumó Nayru, la otra organizadora del encuentro. “¡Una clara!” Desde detrás de la barra tomaron buena nota y no se conformaron con traer la cerveza con gaseosa sino que le premiaron con un platito de setas con champiñones que sabían a gloria.
Sespir, JanselRené, Karpa, Saitek y después Trostki, Blasleon y Altoparlante, con su llegada hicieron que el dueño del bar pusiera otra mesa. Más cerveza y refrescos, alguna tapa más, saludos, apretones de manos, besos, sonrisas, timidez en los más jóvenes.
Rnaimla y Yoria aparecieron juntas. No necesitaron preguntar al ver a tantos reunidos.
“Siempre me pierdo el Atlético Madrid-Real Madrid. Por unas cosas o por otras, siempre es así” Se lamentaba con una sonrisa Juanrojo. En la mesa de al lado iban llegando jóvenes aficionados de ambos equipos preparados para cenar viendo el derbi.
Se hizo la hora de pasar a “La Costilla de Adán”, justo al lado, lugar de la cena y aún faltaba gente de la apuntada, pero eran más de las diez y tampoco íbamos a esperar más.
Al poco de pasar llegó Huidobro. Comenzó la cena y poco después llegó Nomecreoná. Dieciséis cuenteros reunidos en Madrid, algunos sin pedigrí, ya que veníamos de fuera: Neus_de_Juan, argentina y residente en Valencia con Graju, aragonés; Altoparlante, chileno estudiando periodismo en Madrid y Nomecreoná, malagueño. Fuimos ahijados rápidamente por todos y esa noche fuimos madrileños.
Conversaciones animadas entre los más cercanos y algún que otro diálogo entre mesas. Fotos, muchas fotos, ya se sabe, con las digitales no quieres dejarte nada ni nadie por guardar en imagen. Después vendrá el intercambio.
Vino tinto, cerveza, refrescos y agua ayudaron a pasar los entrantes y las costillas, los callos y las ensaladas con atún de tronco. Buen cocinero el que preparó la cena. Los callos excelentes y las costillas asadas inmejorables.
Risas, anécdotas, distensión y alegría de sentirse con gente como uno, con una misma afición.
Casi todos trajimos un cuento para ser leído después de la cena, tal como se propuso. Algunos adujeron que les ponía nerviosos leer en público, lo comprendimos y se pensó en repartir aleatoriamente los cuentos y poemas para que nadie se sintiese presionado.
La lectura estuvo llena de emoción. Se le puso énfasis a cada línea, a cada verso y los aplausos coronaron cada lectura. El autor o autora se dio a conocer al terminar de leer su obra y fue doblemente aplaudido.
El ambiente era literario y se notaban las ganas de hacer que la reunión de Cuenteros de Madrid, la primera de todas, fuera acorde a nuestros deseos, que la participación fuera la pauta general. Fue tanto el entusiasmo, que se le contagió al mesonero y pidió permiso para leer el pregón que hizo este año para su pueblo. Recibió la ovación general a pesar de que el pudor le hizo dejarse una hoja sin leer. Fue imaginativo y con gracia escritora.
Sería la una de la madrugada cuando salimos del restaurante. Huidobro propuso a Graju, por ser pintor, ir a ver una exposición de arte en los sótanos de un garito que estaba abierta hasta que cerrase el local de copas; cueva de artistas, poetas y escritores. Se adhirieron a la visita: Neus, Juanrojo y Altoparlante.
Los cinco nos separamos del resto prometiendo volver a la cafetería Madrid, donde iban a estar reunidos.
Plaza Mayor, suelo empedrado, farolas iluminando fachadas con pinturas barrocas, En su centro estatua ecuestre de un rey cuyo caballo fue digno de una de las leyendas más curiosas que se han escuchado. Juanrojo nos deleitará algún día con ella en la Página de los Cuentos. Esa noche nos la contó a los pocos que le acompañábamos.
Lavapiés, un barrio con sabor a viejo y castizo; de cicerone, Juanrojo. Calle de Santiago el verde, calle del sombrerete, Los tres peces. Adoquinado y peatonal la mayor parte.
Ramón Huidobro nos llevó donde dijo y bajamos a la noche de los Años Veinte, celebración de ese sábado en la que cada uno llevaba alguna prenda de referencia. El más castizo, un empleado que vestía con gorra visera y demás ropajes de la época y llevaba dos cajas de cerveza.
Una sala a la altura de la calle mostraba cuadros de distintos artistas y alguna escultura de tamaño pequeño y la sala subterránea, cuadros de un pintor Tahitiano con mujeres de cuerpos exuberantes, cielos de ensueño y mares acogedores. Fuerza expresiva en telas de gran formato.
Volvemos al Lugar de la cita con los demás menos Huidobro y el chileno Altoparlante que encontraron atractivo el motivo de celebración de Años Veinte y sus cervezas, junto con sus manos y brazos, quedaron prácticamente adheridos a la barra, de tal modo que no podían soltarse.
En el Café Madrid nos unimos a las conversaciones que ya estaban en marcha con los demás hasta que tuvo que cerrar el local. Ya en la calle la noche estaba fresca. Nos despedimos unos de otros efusivamente. “Desde ahora vamos a leernos más”. Reforzamos el deseo de volver a verse. Miradas cargadas de esperanza en lo que pueda salir de este encuentro. La fuerza de constatar físicamente que no estás sólo escribiendo frente a un frío monitor. Unos calle arriba, otros calle abajo y la noche madrileña, con su frío aliento nos acompañó a nuestros destinos.
Algunos de los que cenaron en “La Costilla de Adán” no quisieron dejar de asomarse a la Página de los Cuentos esa madrugada.
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