Estoy detrás del mar
susurrándote mi nombre
para que no lo escuches.
Cansada de perderte
en las palabras,
intento un lenguaje mudo,
para colgarme de tu dolor
y liberarme de mis sonidos.
Y aun te espero,
en la mañana cuando
el sol disimula su cuerpo
y las sombras se asemejan
a tus ojos moribundos,
tu voz se me hace eco
en mis pesadillas,
tu llanto y tu nada
caminan de mi brazo,
cuando la noche llega.
Y estoy detrás del mar
susurrando mi nombre
y sé que no lo escuchas
y me alegra perderte
en las palabras
y saltar desde tus abismos
a la orilla de un río
sereno, complaciente
y que las pesadillas
se queden atrapadas
en tus manos sombrías,
en tu abrazo inseguro.
Y estoy detrás del mar
bien pegada a tu espalda
que alberga en cada grieta
fango y gatos enfermos,
que igual que fetos deformes
intentan liberarse
de tu voz siempre incierta.
Y estoy detrás del mar
y he despertado de ti,
he cargado mis valijas
con todas las canciones
y las lágrimas
que saltaban a menudo
hasta mis ojos
y vos te diste vuelta
y me buscaste
desesperadamente
en las estrellas
y mi espalda se fue
buscando el cielo
detrás de una vieja mendiga
y te deje ahí,
en tu tumba desierta
y te deje los libros
en blanco
las letras me las tragué
y se hizo de noche
en mi corazón
en el tumulto de mis revelaciones
ninguna rima
se encadenaba a mis venas,
entonces
regrese a tu tumba desierta
y vomite tus prosas desteñidas
sobre la arena estéril,
y me extravié
dentro de mi garganta
y su violenta soledad...