Un hilo de luz entraba por la ventana, el frío colaba hasta los huesos…
Me dijiste que teníamos que hablar, dado a lo reprobatorio de nuestra relación y la pequeñez del pueblo, decidiste que iríamos a donde no fuéramos vistos. Entrada ya la madrugada viajamos por espacio de 20 o 25 minutos, me empecé a preocupar cuando nos alejábamos cada vez más, no había nada, nada…
Mi corazón latía fuerte… lo justificaba pensando que era excitación sexual, hoy te veías más atractivo que nunca, estabas enojado, dabas órdenes, podía sentir una cálida humedad entre mis piernas.
A lo lejos pude ver un par de luces una en cada lado de la carretera, algo me decía que ya estábamos por llegar, ya te tendría entre mis brazos, ya me tendrías.
Gracias a las luces de la camioneta pude ver que la luz provenía del frente de una covacha, diste vuelta y nos detuvimos. Ya estábamos aquí, no podía esperar un minuto más para tenerte…
No dijiste nada, tomaste una maleta negra del asiento trasero y abriste la puerta. No había luz dentro de la casa, pero parecía que conocías bien el lugar, entraba un poco de luz a través de la ventana, yo no dije nada porque disfrutaba esa sensación de vulnerabilidad.
Se desdibujaba entre la oscuridad lo que sería una cama, una mesilla y el resto del cuarto estaba en tinieblas.
Me tomaste por atrás…yo dejé salir un sonido que en su momento hubiera sido un alarido. Deslizaste con autoridad tu mano por debajo de mi vestido y me arrancaste la ropa interior. Mi corazón latía a lo que podía haciendo difícil el respirar, me hiciste reclinarme en la cama, me daba asco de solo pensar en el estado en el que estaba la habitación, entre la repulsión y el deseo poco a poco me desvanecía. - Eres una perra. Me dijiste.
Mi cuerpo poco a poco se relajaba, desde las plantas de los pies hasta la raíz del pelo me dejaba ir, Por fin te tenía, parecía un sueño… cerré mis ojos para concentrarme, todo estaba negro…mi cuerpo ligero volaba…el tiempo…tú.
Tu respiración entrecortada bufando como un toro, me hacías daño, pensé que me partirías en dos. Yo había entrado en otro estado de conciencia . - Eres una perra. Repetías Me haces pecar, me haces pecar. Es tu culpa.
El tono de tu voz se intensificaba, decidiste de un golpe tenerme sobre mi espalda, no podía verte la cara, pero te sentí hasta la última gota…
Descansaba en la cama pensando que me habías traído a un lugar tranquilo…no me quiero ir.
Desapareciste por un segundo, cuando te vi de nuevo sentí un golpe seco en el costado de mi cabeza, entre el dolor y la confusión traté de levantarme y escapar, un segundo golpe me inmovilizó caí irremediablemente…yacía en el sucio piso… caminaste dos pasos, sin poder moverme rogaba para que el fin fuese rápido.
Se oyó el cierre de la maleta, un sonido metálico me hizo estremecer, no podía gritar un liquido llenaba mi garganta…sangre
El aire era cortado al paso de la hoja metálica, debajo de mi rodilla derecha pude sentir como se separaban los dos pedazos… el hacha se clavó en el piso de madera, la luz de la ventana se reflejaba en su brillantez de espejo. Emitiste un sonido de esfuerzo para sacar el hacha del piso…la hoja se levantó de nuevo…la izquierda esta vez.
Recuerdo sentir la humedad de la sangre… escupía…mis gritos ahogados me impidieron oír lo que dijiste. Cerraste la puerta detrás de ti. Inmóvil desesperaba imaginaba como iba a salir de ahí, hasta que me quedé dormida.
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