Calqué fotografías de tu rostro
en la palma de mi mano,
se borraron con la sangre
que despedía mi muñeca,
cuando la noche
se precipitaba hacia tu recuerdo.
Te busqué
en todas las ventanas abiertas
que daban a la vida.
Te asesiné,
cuando la madrugada
me ahogaba de terror.
Tracé limites insospechados
de distancias,
para no hallarte.
Hubiera dado,
la ínfima esperanza
que logró subsistir
escondiéndose de la voraz
tristeza que me habita,
en esta insospechada
cadena de fracasos.
Hubiera sepultado
esta insaciable necesidad,
de saltar del otro lado
de la vida.
“¿Quién me oirá si no me oyes?”
El veneno se esta duplicando,
pasea por mis venas
con una música incompleta.
Visión de estatua,
manchas rojas,
en la palma de mis manos...