Llegué en la noche envuelta en lluvias,
solo un collar de estrellas obsequiado el día en que el sol decidió danzar con otras lunas, llevaba.
Con extrema delicadeza fuí deshaciendo los nudos y dejé libre cada estrella, algunas se apagaron en el trayecto, otras llegaron tan lejos que su luz cae imperceptible a mi vista.
Me recibe el viento cargado de frios tonos, no he vuelto mi mirada, salí de un mundo ciego, donde dejé mi piel y sus pisadas.
Contemplo este lugar que me recibe en calma, con profundo silencio, irreverente, pero tan lleno de su esencia, un manto aterciopelado de belleza inigualable.
Me acaricia su suave brisa, su aroma me envuelve, su oscuridad me abriga y sus fantasmas me acompañan.
Siento una paz inmensa en este paraje, sin tiempo que alcanzar mis manos. Me aferro a este espacio donde quisiera ser pasto de esta alfombra verde.
El murmullo de las hojas, de armónica melodía, me lleva a un oasis, de una naturaleza envidiable que parece un sueño. Sigo estrellando mi cuerpo entre lino y miel, algodón y sándalo, seda y almizcle, soñando liberar mi espíritu, a buscar las respuestas que no pude ver. Continuo recorriéndolo y los fantasmas a mi lado me protegen de la espesa noche. Dejaron de iluminarme las estrellas, la luna abandonó mi cuerpo, el sol se fué a danzar a otros mares, pasé a otra existencia de vida más plena, donde el día es la noche y la noche es eterna.
Para algunos será un lugar oscuro e insensible.
Más ...yo prefiero pensar que al fín encontró la paz, esa que muchos buscamos y pocos encontramos. |