Me regalaste una mirada,
cargada de mucho amor,
eso me transportaba,
para un mundo mejor.
Con aquella hermosa mirada,
parecías pedirme un beso,
y yo para nada dudaba,
besar labios y pescueso.
Recorrer tu cuerpo
con mis labios,
y perderme en lo incierto,
de los mares.
Buscar en lo infinito,
lo que no he encontrado,
llegar muy despacito,
hasta lo más sagrado.
Te miré, me miraste,
por un instante titubeamos,
en ese momento me besaste,
y hacia otro mundo nos transportamos.
De pronto eramos un cuerpo,
fundidos los dos a un ritmo,
unidos así como hace tiempo,
aumentando siempre nuestro cariño.
Y hoy te digo amada mía,
que a pesar de tanto tiempo,
cada beso tuyo me da alegría,
y cada caricia la disfruto.
Pues estar contigo es bendición,
y tener dos capullitos lindos,
sin duda, mi gran cariño,
ha sido el mejor regalo de Dios.
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