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Mi perplejidad fue un motor poderoso. Abrí la puerta de par en par y la fresca brisa matinal me golpeó el rostro, despertándome del todo. Me fui asomando paulatinamente al mundo, primero mi cabeza, imagen fantasmal con mis hirsutos cabellos disparados en todas direcciones y mis ojos abriéndose como ventanales. Luego, aparecieron mis brazos velludos y mis manos grandes y espeluznantes como dos espantosas arañas ansiosas de luz. Finalmente, erguida toda mi naturaleza, oteé a través de la neblina, intentando distinguir alguna fisonomía. Levanté un pie y este se posó en la tierra reseca. Luego alcé el otro y ya desembarcado en ese elemento gredoso, di mis primeros pasos. Esto fue nacer, pero nacer con plena conciencia de este acto, sin un llanto precursor, ni embadurnado en la sangre de mi madre, sin una umbilical sujeción, esto fue nacer voluntariamente, sin sorpresas ni sobresaltos, conociéndolo todo de antemano, eso hice y acaso el único asombro de todo esto, fue conocer palmo a palmo a palmo mi pasado antes de recomenzar mi existencia…
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