Despertó en un angustioso sobresalto,

- Ya no te amo, ya no siento lo de antes.

Los ojos abiertos como platos y de pronto un suspiro…
Solo había sido un sueño.

Al levantarse para calmar su garganta reseca recordó la realidad,

- Si, terminamos anoche.

Y de nuevo el llanto, el llanto delirante y amargo que produce esa sensación de impotencia, de incomprensión, y de nuevo la gran pregunta:

- Por qué?

Encendió un cigarro y contempló el humo que danzaba junto a su rostro; no puedo con esto, no puedo ni podré.

Y lloró de nuevo, como una niña abandonada de la mano de su padre, como la niña abandonada por todos aquellos hombres a los que de verdad amó.

Se recostó en la almohada derrotada por el cansancio, porque llega un momento, por suerte, en el que el llanto agota, desgasta, aligera, derrumba, y la mente recupera un poco su reposo.

Ahora derramaba lánguidas lágrimas de seda que, poco a poco, iban recubriendo su cara y su cuello; éstas no cesaban de brotar, como si sus ojos fueran un manantial de pesadumbre y siguieron cubriendo su cuerpo, sus hombros, sus senos…

Sin percatarse, había cubierto de seda todo su cuerpo esa noche y el sollozo siguió vertiendo sobre ella pequeñas gotas saladas de dolor, ahora más tenue, recorriéndola y formando unas pequeñas alas en su espalda.
Durante algo más de dos días vivió inmovilizada dentro de su caparazón sedoso, lamiendo sus miserias, recreándose en ese dolor lacerante y obsesivo que solo produce clamor y la falta de respuestas, más dolor.
Solo su hijo adolescente y Mariano, su mejor amigo, velaban su reposo.

El deseo de morir se hacía presente en todo su cuerpo, físico, mental, emocional….
Su mente parecía agonizar por la falta de entendimiento y su corazón se le salía por la boca; el estómago se encogía por momentos, llegando a vomitar hasta el agua que ingería.
Su tono cada vez más bajo consiguió, sin quererlo, llegar a la aceptación de su estado actual, simplemente por cansancio, por un sentimiento de derrota y de vacío que la llevó a integrar el dolor, la impotencia y, finalmente, después de muchos porqués y de respuestas sin sentido, la comprensión del miedo de aquel que tanto la había lastimado.
Sintiéndose engañada, humillada y agredida, comprendió que había nacido valiente, luchadora y sobre todo, libre; que hay personas que eligen ser bufones y esclavos de los demás, que esa elección había terminado con su hermosa relación, una relación por la que dio todo, pero la diferencia ahora, pasadas esas horas de sufrimiento, era que ella había actuado correctamente, que había puesto toda la carne en el asador; él no lo hizo, pero eso ya no podía afectarla; se sentía dichosa de no tener a su lado a alguien que había demostrado su inmadurez, que no la merecía en modo alguno, aunque aún doliera, aunque aún le amara, entendió que era mejor así; dos culturas distintas en dos etapas distintas de la vida.
Se sentía feliz de que esto hubiera pasado ahora y no más adelante, cuando él hubiera extrañado a su patria y a los suyos.
Le había costado caro, si, pero el aprendizaje no es fácil ni gratuito.
Se sentía con ganas de salir a la calle, de empezar de nuevo.

Puso un pie en el suelo, luego el otro, sintió un mareo y decidió desayunar.

- Un pequeño festín de huevos, queso y pan con tomate, a tu salud!
Tú te lo has perdido.

Se bañó, se perfumó, se puso guapa y salió a la calle dispuesta a saludar a esa estatua que hay en la plaza del mercado.

Pensaba en “su gente”, en sus amigos, en su hijo, en el apoyo brindado, y sonriéndose, se sintió viva de tal modo que las pequeñas alas de seda se desplegaron y pudo volar….


PD – Alguien dijo a su paso:
- Has visto que mariposa tan bella acaba de revolotear a nuestro lado?