Hemos pisado los territorios
donde las lenguas se unen
y le regresan al aire
ladridos impredecibles de hule.
Se caen las cáscaras de la vida
de una naranja podrida,
rumores de balas y sangre
que amontonan vidas y vidas.
Hay un pedazo de costa
rodeando entera a una bahía
que le devuelve al mar sus sueños
de sirenas y mañanas frías.
El nombre de las cosas,
el tuyo, el mío, todos los nombres
robados en un saco de sudor y olvido,
postrando de rodillas a los hombres
los condena para años de sequía seminal
y ciclones de frustraciones.
Esto fue territorio apache,
territorio del sol tempranero
territorio de la tierra misma,
de la tierra que a veces es mundo
y a veces sólo tierra,
territorio fruto, territorio flor,
territorio semilla,
territorio híbrido, güero o moreno,
angloparlante,
hispanoparlante,
hematoparlante,
lenguaje de sangre,
donde las lenguas se unen,
ladridos impredecibles de hule.
Lágrimas secas,
nebuloso consorte,
de arriba, sur,
de abajo, norte.
Nunca, como aquí
ha dependido el hombre tanto
de su razón o su hambre.
No en cualquier otro lado.
No hay otro sitio
lleno de noticias seductoras
para noticieros alarmistas vespertinos.
No hay vuelta de hoja,
esta muerte, aquel asalto,
la violación de hace rato
sobornan risa y llanto.
Risa en el norte,
en el sur llanto.
Quizá al revés.
Nada es totalmente cierto
donde las lenguas se unen
y le regresan al aire
ladridos de hule, simple hule.