Como vaina de zarzamoras
sangran sus ojos en la lluvia,
yo la amo, yo la amé,
dicen las tempestades con furia,
lo digo yo también.
Se esfuma como vara de incienso,
con sus pechos floreciendo,
yo la amo, yo la amé,
van las tempestados diciendo
lo digo yo también.
Trepa ágil el árbol de la vida
salta libre a la muerte,
yo la amo, yo la amé,
gritan las tempestades fuerte,
grito yo también.
Sacude su hígado en su corazón
transformada en malestares,
yo la amo, yo la amé,
cantan las tempestades,
canto yo también.
En racimos ramifica su razón,
no huele, no toca, no ve,
yo la amo y la amé,
yo siempre la quise y la querré,
dicen furiosas las tempestades,
yo, yo... también.
Se levanta y grita destemplada,
ruidosamente,
acalambrándose para siempre,
estoica queda, arrumbada,
sin hermosura de antaño.
Las tempestades se callan
y comienza a llover.
Sorprendidas, escuchan un murmullo:
,
es mi voz en barítono,
que llora,
lloraré. |