Hoy no puedo pensar en otra cosa que no seas tú.

Difícilmente mi mente se concentra en algo que no sea tu imagen.

Mis ojos tienen tatuado en sus pupilas tu rostro, y mi cuerpo está impregnado de tu fragancia.

Para desprenderme de ello tendría que extraerme los ojos y quedar en carne viva. Sin embargo, mi dolor no es tan bestial como para descarnarme.

Sé que todo lo que me queda es un holograma. Sé que te perdí y te sujeto sólo con el halito de tu recuerdo, cuando ya tu cuerpo a caído en el abismo del pasado.

Ya no existes aunque quisiera aferrarme a tu existencia, pero he llegado a creer que ella es sólo un espejismo provocado por la sed y la agonía del desierto que es mi vida.

Te amo. Y a veces creo amar tu reflejo grabado en el espejo de mi cuarto; tu cuerpo moldeado en mi cama; tu aliento detenido en mi garganta; tu desden apuñalándome el corazón.

Lucho contra mi corazón que grita quererte cerca; lucho con el poder de mi mente que se difumina entre los pensamientos añejados.

A veces creo vivir bajo la sombra de un ayer, y en ocasiones pienso que no te amo. Pero si no te amara, dime entonces por qué mi andar es sonámbulo, hundido en tu persona, por qué mis noches están oscuras por las sombras de tu recuerdo.

Te he perdido, y sin embargo creo que yo me he perdido de mí misma cuando te perdí.