Amor mío...
Te miro con mis ojos cerrados.
Mi cabello esparcido en el suelo.
Mi cuerpo helado en un ángulo extraño...
¿Condena tu alma?
Tienes miedo...¿Quien dijo que no lo tendrías?
Te maldeciste, sí, y lo sabes.
Desde un principio lo supiste.
Claro, porque no eres un niño.
Y eso fue mi mayor temor. Jamás lo fuiste.
Ni un poco de pureza o inocencia hubo en tí, en tú corazón que marchitó el mío.
¿Fue realmente amor, lo que sentías por mí?
¿Cómo ibas a saber -te preguntarás- lo culpable que uno se siento al haber dormido una pasión?
¿Al haber acabado una vida?
Iré contigo, trás de ti, tenlo claro. Te condenaré, como tú lo hiziste conmigo.
No tengo más palabras que decirte...
Mis labios están marchitos. Mi cuerpo, inerte.
Pero tú me sigues mirando, como si fuera una horrible pesadilla. Sólo una horrenda ilusión.

Y no tu asesinato, amado mío.