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Todo trabajo tiene alguien que lo haga. No importa lo desagradable, humillante, subvalorado, riesgoso o mal pagado que sea ese trabajo, siempre hay alguien dispuesto a hacerlo.

Incluso un trabajo que en los clasificados apareció descrito como "REALIZAR LABORES DE ASEO EN CABINAS VIDEO XXX" tiene a Ricky Cruz, el protagonista de nuestra pequeña narración.

Hay muchas razones que llevan a un hombre a ponerse un overol azul, gorra, botas de hule, guantes gruesos para limpieza y un tapabocas desechable con el objeto de limpiar manchas de fluidos corporales, pero en el caso de Ricky hay solo una: Es blanca y la sirven en líneas en las fiestas. Es muy popular entre supermodelos, periodistas, actores y políticos ultraconservadores.

Ricky llevó una vida bastante agradable dentro de su pequeña subcultura periquera* hasta el día en que cumplió treinta años**, momento en el cual tuvo que buscarse un trabajo donde a la gente no le molestara que se pusiera agresivo, respirara de manera cómica y se quejase continuamente de tener "gripa". Pero era demasiado amable para trabajar en una notaría. Así que terminó en este trabajo.

Pensó que todo sería bastante normal en su vida; después de un tiempo, recoger papel higiénico untado de semen que en muchos casos tiene colores extraños, pasar un trapero para hacer que el piso sea menos pegajoso y raspar con cuidado debajo de la silla para quitar "chicles" se vuelve tu vida normal.

Por lo tanto, se vistió con el uniforme que hasta un par de semanas perteneció a un hombre que llamaban "el moncho", incluyendo el tapabocas desechable que ese mismo personaje tuvo puesto durante su estertor agónico. Respiró profundamente, se hizo de un poco de fuerza de voluntad, esnifeó una papeleta que le vendieron de piquis en la esquina y se dispuso a trabajar.

Las cabinas sin importar lo que hiciese parecían mantenerse sucias. Llevaba tres horas limpiando cabinas y cada vez que la dejaba oliendo a lavanda, entraba alguien a tirarse su trabajo. A través de su visión de cocaína, le parecía que la gente no apreciaba el trabajo duro que el realizaba para facilitar las labores de masturbación a las que se entregaban los clientes. Durante la siguiente hora, murmuraba en voz baja en el fondo del pasillo diversas ideas que tenía para dar al lugar algo de clase.

Era una noche muy tranquila y el de la taquilla fue a comprarse una empanada mexicana en el puesto que queda cruzando la calle. Llegó un grito de una de las cabinas. Ricky en un comienzo ignoró el grito mientras escuchaba "Master Of Puppets" en su Walkman y se arrodillaba para aplicar un par de gotas más de desinfectante multiusos con antibacterial y aroma a lavanda encima de una mancha que no estaba muy seguro de saber qué era. Ricky es un tipo muy meticuloso.

Hubo un segundo grito, esta vez de una naturaleza completamente distinta a la anterior. Un grito que incluso nuestro querido Ricky Cruz no puede ignorar, porque es un grito que está fuera de lugar. Espera un momento el sonido de disparos o de pasos apresurados en el pasillo, lo cual es lo habitual en este tipo de lugares, pero comienza a escuchar gritos de auxilio.

Siendo un hombre precavido, y según ciertos examenes realizados en uno de los centros de rehabilitación, paranoico, se toma un tiempo, agarra firmemente su trapero, imaginando que en el peor de los casos, puede usarlo como arma contundente o biológica*** y sale al pasillo en busca de la cabina desde la que están pidiendo ayuda.

Un cliente se retira en silencio de su cabina, un tanto triste (el grito le interrumpió su erección, la única que había tenido en diez años), tropieza con un Ricky envalentonado y tembloroso que se acerca a la cabina desde la que surgió el grito. La única cabina abierta.

Un jovencito de unos catorce años está gritando auxilio junto a un hombre con peluquín que yace en el suelo lanzando gritos de dolor y del que es difícil ignorar que se encuentra sin pantalones y sangrando por el ano profusamente. Esto por supuesto coge a Ricky fuera de lugar, no tiene idea de cómo limpiar sangre. Tal vez el cloro deje una mancha amarilla en la alfombrita.

Ricky agarró el rollo de papel higiénico económico que había en la cabina y puso con algo de asco una bola de papel en su ano, para que absorbiese la sangre. Se decía a sí mismo que era una emergencia. El problema es que no dejaba de notar que por primera vez en su vida estaba poniendo su mano en las nalgas de alguien de su mismo sexo (la verdad es que había habido una vez anterior, pero no lo recordaba por culpa del alcohol, en esa ocasión tuvo relaciones homosexuales). Era una situación muy incómoda.

La sangre salía en cantidades alarmantes. El muchacho dijo que iba a salir para llamar a la policía, así que Ricky le dio las llaves de la cabina para que llamara. Acto seguido, desapareció el muchacho, el dinero que se había ganado esa noche y el teléfono que tenían al interior de la cabina. Dos noches después vio su pene descender al interior de un inodoro, mientras le explicaban con serenidad por qué no debía meterse con alguien que se gana el dinero honestamente en el negocio de la prostitución y la pornografía. Pero el muchacho no nos importa ahora.

El papel higiénico sangrado se fue acumulando a un lado de Ricky mientras bajaba el volumen de los gemido de dolor y las imágenes de la alemana que estaba siendo penetrada por Rocco pasaban por la pantalla. El hombre decía en voz baja algo que sonaba a "masiado gande" y "ocupo", creyó escuchar claramente la palabra "reventó". En su mente, a pesar de todas las neuronas que funcionaban incorrectamente, su historial de estupideces y todo el ácido muriático que había olido durante la noche, pensaba que era demasiado injusto que algo así estuviese pasando en su vida.

El tipo de la taquilla llegó, vio el desastre y llamó a una ambulancia con su celular. Pasó otra media hora y tanto él como Ricky se sorprendieron de ver que ese hombre sobrevivió a esa pérdida de sangre.

El tipo de la taquilla le sacó el reloj y se guardó la billetera sin efectivo. Dijo que sería útil después. Ricky no quiso saber más. Esa noche se encerraría en su habitación a inyectarse cocaína y tomar aguardiente barato para intentar sacarse de la cabeza el recuerdo de tener una mano metida en el culo de un hombre sangrante que le recordaba demasiado a su papá.


*Depeche Mode, Metallica y música de los ochentas, realizar estudios de publicidad, diseño gráfico, periodismo, hacerse tatuajes mal hechos basados en diseños originales de H.R. Giger, leer Partículas Elementales y cosas escritas por Castañeda, tener amigos involucrados en diversos oficios dentro de las dos compañías productoras de televisión, comprar camisas de "surfer", jeans Girbaud, usar gafas oscuras en la noche y ver Jackass.

**Si estás leyendo esto y eres un periquero(a) de más de treinta años, debes saber que esa fue la edad en la que dejó de verse bien que "fueses a pits" detrás de la barra o el baño de los bares. Sólo en caso que sigas haciéndolo. Porque hay sólo un lugar para meter cuando estás así de viejo, se llama OFICINA.

*** En los ocho años de uso que tiene ese trapero hasta el presente podrían encontrarse cosas realmente peligrosas para la especie humana en caso del más mínimo contacto. Una cosa que es una mezcla entre Ébola y Peste bubónca habita ahí a la espera de una oportunidad

Texto agregado el 14-10-2005, y leído por 2140 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-10-2005 Disfruté mucho leyendo este texto. Muy bien escrito. Te felicito.***** fabiangs
24-10-2005 Excelentemente narrado. Hasta a mi me dió asquito el culo sangrante del pobre wey recién penetrado con demasiada fuerza. Como es bueno carajo¡¡¡¡¡ Asesina_Serial
18-10-2005 epale! sis que casualidad!! verte acá! Es un texto crudo, de pronto me llegan las imágenes como golpes! no quisiera ser el personaje. Y sí, hay ironía. Vaya forma de mostrar lo que hay en nuestras sociedades! saludos! xwoman
16-10-2005 Me dió cierto problema los tiempos al principio, pero luego le va dando un ritmo muy bueno... me encantan la ironía o no sé qué... esos comentarios al pie de la página... la crudeza. Muy bien escrito. ***** Aniuxa
 
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