El tren
Todo se detiene, es una postal. Una foto.
Es un ritual, un inexplicable ritual que
debe cumplirse, y se cumple claro está.
Paso y ese anciano, de piel curtida y arrugas
de tierra y tiempo levanta su vista cansada
para observarme una vez mas, como la primera
vez que me vio pasar, llegar hasta la puerta
de su misma casa; cuando su mano aun era sostenida
por un mayor y no tenía mas remedio q levantar
la vista para contemplarme.
Paso y esos niños dejan de correr, el partido
en el potrero debe aplazarse por unos segundos,
hasta que el horizonte me devora ante sus ojos.
Luego, la pelota sigue rodando y todo continúa
una vez más.
La señora que vuelve del almacén, el diariero
sentado en una sillita frente a su puesto,
la niña que da vueltas a la manzana de su casa
en bicicleta, aquel solitario lobo estepario...
Todos, absolutamente todos cumplen el ritual y me observan.
A cada paso devoro durmientes de madera,
a cada paso canto mi canción de rieles y metal.
Árboles, parques, cielos, ríos pasan ante mí,
rostros y mas rostros que me observan por un instante
y que son mi tesoro mas preciado.
Y de todos esos ojos que me vieron pasar, y de todos
esos rostros; uno recuerdo más que ningún otro.
Ojos brillosos, mejillas húmedas, mirada sitiada por
la nostalgia, que nunca me olvidó, que siempre añoró
y esperó por este reencuentro. |