¿Seré yo mismo ese otro,
el poeta que se esconde desde que la vida dejó de correr?
¿fue vida aquella o es vida esta otra?
¿y qué me dice el alma?
el alma ya no habla, se llenó de tierra y no respira
el alma que se arrancó por la boca y se perdió,
el alma no quiere hablar
El clandestino bebe el té y mastica el pan
de vez en cuando se da vueltas por el círculo que es la vida
y el círculo estirado como un elástico se vuelve un espiral
entonces explotan los versos a borbotones
en ataques de epilepsia, en bocanadas de fuego
entonces el clandestino ve la luz
¿Qué será de mí hoy?
¿vendrá la vida a visitarme o sólo vendrá por el otro?
ese que escondo, ese que atisbo
el poeta que se hunde y sólo a veces viene
¿quedarán mis recuerdos por ahí o brillarán los del otro?
no brillará ninguno, moriré yo y morirá el poeta
y la sombra del pimiento que bordea el camino
seguirá allí donde mismo
¿pensará el otro -que yo- soy él?
Apenas palpita el poeta con mi asfixia
lo mato, lo ahogo, lo quemo, lo aplasto, lo escondo
no sale, a veces se me arranca, pero vuelve
a veces duerme el sueño eterno cuando le aprieto el cuello
soy su celador, el gendarmen custodio, el de las llaves
algún cariño le guardo al flaite, aunque no sea sincero
siempre lo mantengo amarrado, quieto
¿Podré mantener mi mano más tiempo tapándole la boca?
el poeta es gritón, un niño que me nació enfermo
¿soy en algo él; moriré yo cuando muera él;
estoy yo cuando está él, cuando llora cuando ríe?
¿y cuando venga, cuando la micro lo deje en mi puerta,
deberé renunciar a esta vida que se robó ese nombre,
podré mantener mi apellido, mis cosas, mis deseos?
El poeta lleva en sus alforjas la vida como un equeco
y fuma un tiparillo mientras la vida le lanza un beso
y grita la poesía como fruta fresca; como agua que lava los malos recuerdos
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