El bar se quedo vacío, justo en el momento que tu mirada se cruzo con la mía,
Los ruidos que hacia centésimas de segundo, lograban que las palabras que salían de nuestras bocas se perdieran en el eco sordo de nuestra inconciencia desaparecieron junto a la multitud atronadora que nos rodeaba en ese justo momento.
Tú te marchabas, yo me quedaba. La eterna historia de mi vida se volvía a repetir una y otra vez, dejándome como siempre solo y desesperado, con ganas de cerrar los ojos y no volver a abrirlos nunca más.
La mirada tierna y calida, desprendía el miedo a no volver a vernos nunca más, a que la separación rompiera nuestras almas en mil pedazos y que nadie más la pudiera unir.
Viendo como girabas tu cabeza y tus pies alejándose, dejándome parado ante la sensación angustiosa de tu marcha, me derrumbe, me hice tan pequeño que creí ya nunca mas poder reír, gritar, vivir, ser.
Ahora cansado, canoso y resabiado por la vida miro aquellas fotos donde parecíamos tan felices, como si el mundo que habíamos creado fuera eterno, como la juventud que añoro tanto, y me pregunto a mi mismo, ¿Por qué no me fui contigo?
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