Que extraña es tu ciudad, tu cultura y tu gente.
Que delicada es tu piel tu sonrisa y tu voz.
No te imaginas que hermoso es ver el sol sobre tus cabellos.
Tristes añoranzas bajo la templanza suave del ayer.
No sabes como te extrañé. No te imaginas cuanto te lloré.
Las sierras son un paisaje único, cercano y conmovedor. Su belleza contrasta con las lúgubres cuevas, inundadas de angustia y desesperación, en las que he vivido por años.
Estoy seguro que no serías feliz en ese lugar
Cuando regresé a mi hogar, te soñé cada noche. En cada batalla, en cada situación de extrema tensión, aparecía tu imagen como único bálsamo para apaciguar mi dolor.
Cuando les contaba a todos la historia de la misteriosa mujercita que conocí en mi misión, me miraban sin entender, que pena siento por ellos, no comprenden lo que es el amor.
Ahora que vuelvo a caminar estas calles, las imágenes me envuelven en su eterno retorno.
Te recuerdo todavía jugando en la plaza con tu cachorrito, la primera vez que te hablé, y la manera en que me miraste ... En el fuego de tus ojos naufragaban frías nostalgias del ayer, el recuerdo de esa tarde gris, el último café, aquel amor que te cautivó; esa triste historia de un desencuentro y aquella herida abierta que te marcó.
Me convertí en el silencioso guardián de tus días. Con apasionada delicadeza, recorrí el caminito que me llevó hasta tu corazón. Mi presencia te ayudó a cicatrizar.
Tuve que volver, mi pueblo me necesitaba. Por años le imploré a Dios que termine con la guerra. No me escuchó. Fue muy duro perderte. Fueron amargas décadas de desidia y desesperación.
El tiempo hizo su trabajo, me marcó con su huella implacable. Ahora, que soy demasiado viejo para combatir, finalmente pude volver.
Intenté buscarte. Primero, fui a la época en donde los años te habrían alcanzado a tí también. Allí me encontré con la decepción más desgarradora de mi existencia. Estabas con tu viejo amor, con aquel que abrió las heridas que yo intenté sanar.
Tu imagen, tan gastada como la mía no me quebró tanto como contemplar tus ojos inertes, sin rastros de aquel fuego que me enamoró.
Fue demasiado. No pude soportarlo. Desesperado, cobarde y egoísta, decidí regresar al día después de nuestra despedida
Y aquí estoy. Será extraño nuestro reencuentro. Para ti sólo ha pasado un día, para mí toda una vida. No se como presentarme. Confío en que las palabras que supliquen mis labios impidan tu regreso al sur, ahí donde la historia cuenta que te reencontrarás con él.
Difícil será para este pobre viejo lograr convencerte. El tiempo se me acaba y no puedo detener las agujas del reloj. Sabrás comprender lo que no voy a explicarte, porque detrás de estas arrugas está el rostro de quien más te amó. Y si no es así, si no puedes entenderlo, entonces que el tiempo nos mate a los dos. |