Mi alma comienza a secretar una amargo zumo desde sus fisuras... Unto mi dedo, lo sumerjo aún más, y dejo que la viscosidad del fluido lo extirpe de mi mano, mis huesos se quiebran, me debilito, caigo lánguida en un nido de serpientes, cuyas cabezas rodean todo mi ser, soy su carnada.
De mi alma pútrida caen pequeños coágulos, efluvios de tristeza, de dolor, de placer. ¡qué paradoja!, la agonía, culmina, ya está en su fase final, y desde afuera, contemplo impertérrita cómo la angustia se devora todo de mí.
Mi aspecto es diferente, mis ojos están vacíos, la náusea ha penetrado y lo ha destruido todo, soy un ser inerte, sin espíritu, sin sentimientos, ya no brotan lágrimas. Considero la idea del suicidio...
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