Sube la marea de la mente, lentamente. Se perfeccionan los pensamientos que, poco a poco, van adquiriendo una tonalidad de inutilidad elocuente. Sin prisa, la masa rugosa y de color rosa que guarda nuestro cráneo, deja de transmitir sueños y emociones, como una cañería a la que se le corta el agua, pero que antes de que esta se acabe, gotea lentamente, dejando escapar vida cristalina, que poco a poco se va apagando.
Pensamos inútilmente que hay que labrarse un futuro, y en nuestro afán por conseguirlo, se escapan las fantasías que hacían del mundo un lugar especial., dejando sólo diáfanas placas de pensamientos que se superponen de forma ordenada y concisa, pues la locura que tras la infancia, gana mayor importancia en la adolescencia, acaba desapareciendo. Ahora bien, esto no ocurre en todos los casos. En la noche más cristalina, cuando las estrellas son simétricas y hay dos farolas, cuando los gatos salen para hablar con las sombras, y una nostalgia romántica y profundamente triste invade nuestro cuerpo, es cuando podemos llegar a recuperar la profundidad, cuando pensamientos maravillosos, pero en el fondo tristes, invaden nuestra mente con un hormigueo salvaje, que nos avisa de que la vida debe ser más bella de lo que es. Luego sube la marea, y los pensamientos se vuelven vacíos, y ordenados, que destierran a los otros, tachándolos de estúpidos. Claro, que esto no ocurre en todos los casos.
Un ansia de escapar de la triste rutina es casi siempre el ingrediente principal de estos sueños, que a veces son de alegría, y a veces de tristeza, pero una tristeza que sólo pretende la comprensión por parte de los demás, cuando esto no se consigue, se suele llegar a donde explicaba en líneas anteriores: La profundidad.
Pensamientos que nunca llegarán al papel, por que no se piensan en un idioma comprensible, y por eso se olvidan, y quedan así atados al fondo de nuestra conciencia, de donde no saldrán jamás. Pero, esto no ocurre en todos los casos.
Cuando todo carece de sentido, todo se vuelve raro, y la gente que me rodea parece estúpida, recurro a las teclas del teclado, que son los pilares inmóviles y brillantes de mi alma, pilares eternos. Esconden en su seno innumerables palabras, mensajes, que nunca leeré.
Sé que no soy justo con la gente, y menos conmigo mismo, pero ahora no hay tiempo para serlo. Ahora es tiempo de hacer divagaciones carentes de sentido, de ser pedante, todo lo que se pueda. Es tiempo de mirar la paja en el ojo ajeno, y de protestar contra la injusticia. Es tiempo de mirar a la cara a una persona y dibujar su rostro para siempre en nuestra mente, y procurar que nunca, nunca suba la marea enfermiza, la marea correcta y ordenada, pero aparentar que la tenemos para no caer en la desgracia.
Pero ciertamente, lo realmente enfermizo es ser modesto, y no apreciar lo que cada uno es, y dejarse llevar por lo que la sociedad les transmite. Aunque quizá no sea así. Quien sabe.