En plena tarde dorada
muy lentamente nos deslizamos;
porque nuestros remos son poco diestramente
manejados por pequeños brazos,
mientras pequeñas manos en vano pretenden
guiar nuestro ambular.
¡Ah , las crueles Tres! ¡En semejante hora,
bajo este cielo de ensueño,
pedir un cuento, cuando la brisa leve
basta para agitar la pluma más liviana!
¿Pero qué puede hacer una pobre voz
contra tres lenguas aliadas?
La imperiosa Prima lanza primera
su orden: Más suavemente, Secunda espera:
...
mientras Tertia no la interrumpe
más que una vez por minuto.
Pronto, entregadas a un súbito silencio,
en la imaginación persiguen
a la niña del sueño a través de un país
de nuevas e insensatas maravillas,
en amistosa charla con aves o bestias...
Y casi lo creen cierto.
Y siempre, cuando la historia agota
las fuentes de la imaginación,
y débilmente intenta el narrador cansado
postergar la historia:
las voces felices exclaman.
Así nació la historia del País de las Maravillas:
así, lentamente, una por una,
fueron forjados sus extraños hechos...
Y ahora el cuento ha terminado,
Y remamos hacia casa, alegre tripulación
bajo el sol poniente.
¡Alicia! Coge esta historia infantil
y con suave mano ponla
donde los suenyos de la Niñez se abrazan
en el místico lazo de la Memoria,
como marchita guirnalda de peregrino,
recogida en una tierra muy lejana.
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