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Eracé la historia, la historia en un viejo pueblo, hace ya muchos años contados desde aquel día, que fue uno cualquiera, empezó a marcarse letra por letra, y conforme pasaban las horas la historia, la historia en el viejo pueblo en un cualquier día, la historia de Maria, una niña particular que como a dama de cuento la pretendían dos. Uno decía quererla hasta el infinito, otro no solía hablar, uno la llenaba de tarjetas y flores cada día, otro escribía esporádicamente una que otra carta, uno la llamaba y se preocupaba por ella, otro esperaba su llamada, uno algún día dijo que la amaba mucho, otro no, uno le pidió que fuera su novia, otro prefería su amistad, a uno ella le dijo que si, al otro, el otro no existía. Uno se puso muy feliz, sonrió y triunfal paso sobre el otro, el otro no quiso llorar y se hizo a un lado. Pasaron así dos meses, luego tres y cuatro y cinco y los que vinieron y más, ya era casi uno de los últimos meses cuando Maria se dio cuenta que uno la quería mucho, de la tierra al cielo, del cielo al infinito, coma unas mini chips, la quería tanto que realmente se quería cuando estaba con ella, la quería en metros y años luz. Entonces Maria se pregunto, si uno que lo dice siempre me quiere millones de metros, el otro que no lo hace me debe querer muy pocos centímetros, desde ese día se dedico a investigar las cuestiones del querer, la respuesta... solo la encontró cuando ya agotada le pregunto a el sabio del monte, que sin pensarlo mucho felicito a Maria porque la forma en que uno la quería era de admirar, y luego le contó que esos pocos centímetros, como ella los llamaba, tenían que ser así, poquitos, porque con muchos no se podría escribir la palabra amor de tal modo que cupiera realmente en un corazón. Maria entonces entendió que a uno lo quería porque uno la quería a ella, pero al otro, el otro la amaba y ella empezaba a amarlo. Entonces corrió en busca del otro, de ese que no la quería mucho, de ese que no la amaba mucho, corrió a buscar al que la amaba y cuando por fin llego, no encontró mas que un frió panteón, ya el otro al no ser cuidado con esmero se había deteriorado de tal modo hasta morir. Maria sabia que no era culpa suya, sin embargo supo mucho, se dedico a querer a uno tanto como el la quería y al otro se le olvido amarlo, supo y hablo con cautela para no errar, se le olvido sentir y hablar. Entonces ya tarde Maria sin mas remedio se dedico a querer la parte que siempre vio, quiso al Mario que la quería porque el Mario que la amaba estaba muerto.
“Quien puede decir cuanto ama, pequeño amor siente.” Francesco Petrarca

Texto agregado el 14-10-2003, y leído por 312 visitantes. (0 votos)


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