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Algo así como... no se que, algo, solía decir cuando alguien ignorando su pobreza en el tema le preguntaba. Toda la vida camino lento, lento y sin afán, no tenia horarios ni limites, por eso gozo de los pasos pausados, despacio para pensar, para no equivocarse, porque los errores no enseñan, entorpecen el aprendizaje. Jamás gritó, hablo suave pero con elocuencia, al comienzo discutía, luego sus palabras fueron mas pesadas que las de todos y dejo de pelear, contendía en silencio y de pronto mientras los demás debatían animadamente una sutil risa victoriosa. Mirar a los ojos era demasiado grande, prefería desviar su mirada, sin embargo, a veces y solo cuando alguien lo merecía fijaba sus grandes ojos entre verdosos y garzos en la mirada extrañada de los que no entendían.
Vivía con la familia que jamás tuvo, sobrevivía noche y día entre las mismas cuatro paredes que lo vieron crecer, que lo vieron hacerse lo que era, hace ya mucho tiempo había olvidado hablar y el silencio que a cada instante se hacia su mas fiel compañero empezaba a enloquecerlo. No tenía casa, su vida se movía entre los muros de su habitación, en su cama que reposaba mil lagrimas cientos de recuerdos, entre el cúmulo de hojas descuadernadas que se esparcían sobre el suelo, su vida se movía entre el recuerdo de una cíclica vida que empezaba su curso cada mañana y concluía tal cual había empezado, cada noche.
Serian las diez de la mañana cuando un bochorno insoportable se filtro entre las cobijas, llego a las sabanas y traspaso hasta la piel, el placido sueño se vio interrumpido por el calor que invadía por esos días a la Bogota helada por herencia que parecía haber olvidado sus leyendas y ahora no era mas que un pueblo con millones de recuerdos, el calor que tanto odiaba lo despertaba sin clemencia y de un golpe seco lo volvía a la realidad. Mientras abría los ojos y votaba las cobijas a un lado, maldecía entre dientes el sobrecalentamiento mundial, se levanto con el pie izquierdo, con su par de pies izquierdos que lo movieron casi por reflejo hasta la ducha.
Ya salía a la calle que lo aguardaba con recelo, la cama a medio tender, la pijama sobre las cobijas desordenadas, la toalla en el piso y las huellas de los pies húmedos hacían una camino del baño a su vida. Cruzo el umbral de la puerta de su habitación, tomo el maletín sobre la mecedora, se dio un ultimo vistazo ante el espejo, acomodo su corbata y despeino un poco su cabello húmedo, ahora si estaba listo para marcharse, cruzo la sala y mientras habría la puerta que no lo volvería a ver hasta la noche, una voz seca lo señalo: Buenos días Antonio.-, buenos? Hace cuanto no eran buenos los días en esa casa, sin embargo respondió sin mirar a la extraña mujer, casi entre dientes: Buenos días... mamá.-. Cerro la puerta de un solo golpe, puso doble llave y empezó a caminar sin rumbo.

Texto agregado el 14-10-2003, y leído por 198 visitantes. (0 votos)


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