Estoy algo nerviosa, hoy es mi primera noche de trabajo. Debo prepararme y esperar la hora precisa, así podré desarrollar mi oficio con todo lo que esto implica. De todas formas no debo tardar mucho, alguien mas podría ocupar mi esquina.
Comienzo con la tarea de alistarme; debo elegir un vestuario llamativo e interesante, tengo que verme bien, eso gusta. Me maquillo con cuidado, todo debe estar a la perfección, ningún detalle debe quedar al azar.
En mi bolso pongo todos los elementos necesarios, debo ser profesional para mis cosas.
Tomo la micro; algunas personas me miran mal, extrañados; pero no me importa, es lo que elegí para mi, así me gano la vida.
Ya es hora, bajo en la esquina, ¡MI ESQUINA!, por suerte nadie se ha adelantado y todo el espacio es mío.
No puedo mentir, estoy algo nerviosa, es mi primera vez. He analizado el lugar desde hace dos semanas y creo que todo saldrá bien.
El semáforo en verde, los autos pasan a una velocidad moderada, por lo que más de algún automovilista me mira con ojos curiosos.
Estoy sola, pero decidida.
Busco en mi bolso, no encuentro fuego, lo necesito con urgencia. Pero que despistada, en mi bolsillo izquierdo tengo mi encendedor. Ya estoy lista, saco mis implementos.
Un auto se detiene, el semáforo en luz roja.
Corro con mis clavas previamente encendidas y realiza mi acto de malabares. La noche me parece hermosa con las formas que el fuego dibuja en el frió aire de la noche capitalina. Otro auto más. Me siento eufórica, creo que lo hice bien; es hora de pasar el sombrero.
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