Nunca tu oído escuchó mi voz,
Culpas del tiempo y no de España.
Me diste por unos días,
La felicidad de compartir mis soledades.
El toque inconsútil de tu presencia
Cubría mi cuerpo como un tul de seda
Cada vez que, receptivo, te leía.
Para ti, quizás, solo fui, una “fatua presencia”
En el círculo de tus éxitos,
Un desprestigiado fantasma del destino
Que asustaba, me parece, tu feliz realidad.
Amante de Filio y Delgadillo, te recuerdo,
Con la nostalgia de quien pierde lo más, por un impulso.
Desde aquel día, entre altibajos y claroscuros,
Llega como un soplo a mi oído tu acento,
Que solo conocí en transmutaciones digitales.
Aunque, quizás, para ti no fue nada,
Las breves cartas que me enviabas
Aun las tengo guardadas en la imperceptible eternidad
De quien ve en ellas una paz alentadora.
Poetiza de sueños, regresa;
Alma plena de seducción intelectual,
Perdona.
|