(Él se encuentra de pie tras una vela encendida, en la penumbra se recorta su figura a medio iluminar, se hace notar su mirada penetrante, su rostro endurecido. Detrás su sombra se tambalea siguiendo los movimientos de la llama)

-La ceremonia entra por mis ojos fría, dulce y gentil.
Caigo como una gota y me esparzo hablando mi conjuro con toda la lluvia que hace incubar todas las plagas.
Mi dialecto febril con sus extremidades - odio y amor- (uno en cada mano), envuelve cada alarido y cada gesto cadavérico de agonía. Llamo al viento que infesta y trae consigo las tormentas que incineran los incensarios de la guerra. Llevo molesto conmigo el hedor que acarrea la ambición y la ceguera de los hombres y los hace sucumbir ante el cálido veneno de la antinaturaleza de los impensantes, soy la peste llamada por la peste, quien ha guiado la mano de un adolescente suicida y sobre quien pesa la tarea de mostrar su senda a los asesinos. Soy quien ha pintado noche y día los aromas del miedo y el brillo de las miradas verdaderas. Soy quien separa y quien alivia a los amantes y a los solitarios, la compañía única que poseen oscuros aquellos que ven más allá de su tiempo y pasean en silencio incomprendidos. Soy un grito que traspasa ensordecedor sin siquiera ser oído. Hoy hablé contigo, sólo tú lo sabes y ya lo sabes que he llorado una vez más. Soy el último respiro y la caída enigmática que lo guía. Soy el Ángel de la Muerte, ni siquiera existo, pero ustedes, ellos, me hacen existir.

(Apaga la vela con un soplido).
Fin.