Si me bastase el aire para llenar los espacios expectantes tal vez no tendría más textos como este corriéndome en las venas. Si no necesitase ojos que respondan en reflejo a mi mirada, si mi carne le bastase a mis manos, si me sintiera con la misma fuerza con la que puedo llegar a sentirte. Si no necesitara tus misterios, tus interrogantes... si me bastasen las cosas obvias, el mundo, el clima, cada tragedia, ver pasar las horas, sale el sol, pasa un auto y varias hojas se mueven al viento. Respiro. No es suficiente.
Mil libros, hoja a hoja, mil letras y canciones, cada ida al cine, cada llanto, todas las risas del mundo. Tantas fotos que se amontonan contra las paredes de mi cerebro. Todas las palabras dichas, y mucho más fuertes, todas las que quedaron sin decir. Cada sueño, despierta, dormida, a media luz, en oscuridad, sobresaltos, sustos, futuro y calmas. Mis pestañas que no se queman en estas velas que jamás cesan de arden. Mi mesita en un rincón y todos mis cachivaches. Recortes de periódico, frases inteligentes, fotos vanidosas, cartas que perdieron el perfume del cariño que las dio a luz, mil nombres que ya no bailan a mi lado. Cada cambio de estación, cada reencuentro lleno de anécdotas, cada silencio cómplice, todas las travesuras. Los hombres, uno a uno, y por segundos eternos. Las mil tardes de verano escribiéndote entre tules, entre sombras, como una espía, siempre dispuesta… a correr, a quedarme quieta y devolverte la mirada de perversa insistencia. Dispuesta no es suficiente.
Cada lágrima, todos los dolores deliciosos, todas las preguntas sin respuesta, los laberintos de humo, las vueltas al lado de las gaviotas, el reloj avanzando en cámara lenta. Si me bastasen las noches de mar, el recibir al sol sumergida, los tragos exóticos en días comunes, las tardes enteras de tirarse en el pasto sin hacer nada, haciéndolo todo sin mover más que el cerebro. Todas las risas acompañándonos. Cada instante que volvió ajeno al mundo entero, las palabras claves, las letras que jamás nadie comprendió, el olor a flores y frutas casi rotas de estar tan maduras. Los labios brillantes de expectativas, los labios mojados de nervios, los labios que se cierran y se abren, se muerden, arden. Cada segundo soleado sintiendo el infierno en la boca del estómago, cada rayo de sol malogrando el pelo, cada peca nueva en la línea de tus hombros, la punta de la nariz pelada y graciosa. La música nunca deja de sonar, los cuerpos más cerca que nunca, tú, tú, tú. Tú no estarás. Si me bastase el aire.
Si me bastasen todas estas imágenes. Alguien, siempre hay alguien. Siguen las orgías de rayos inocentes que copulan a ritmos tropicales con cada centímetro de mi piel. Sigue el letargo más vivo de todos. Los cambios, las musas, los disfraces, las máscaras… las verdades, el nudo en la garganta, la falta de aire, el golpe final. Tu carne indefensa y dormida a medio milímetro de mis uñas, los roces, las peleas, mil plumas volando en todas las direcciones y en ninguna, el detener el tiempo con una sonrisa. Las caídas, el aburrimiento riquísimo, el aire despeinando todas las cabezas que existen, la sal secando los problemas existenciales demasiado profundos, la arena que jamás ensucia de verdad y el cielo, el pasto, los caracoles.
Cada castillo de arena que el mar no pudo derrumbar, cada canción que logró significar algo, todas las noches que empezaron de mañana, cada mirada robada. Cada segundo que el mundo logró volverse sólo mío, cada segundo en que todo logró bastar. Pero mi carne sigue siendo insuficiente, las hojas siguen cayendo, pasa otro carro y otros mil nombres dejan de bailar a mi lado. Tal vez, tal vez, tal vez… tal vez tú también tengas orgías intelectuales. Tal vez ames tanto los cuchillos como yo. Si te bastase la música de fondo para darte cuenta que el mundo sigue, si te murieses de ganas de estirar la mano y sentirlo todo, si el tiempo también te jugase estas bromas de mal gusto…suspiro.
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