La vi esa mañana, caminaba sola por el centro de la ciudad, pensé que iba a otro lugar, que me ignoraría, como lo hace desde que terminamos. Llevaba ese aire que siempre me gustó, como de caminar por el simple placer de caminar. Pero trajo también el recuerdo de la noche en que dejé de existir para ella, borrado para siempre de su memoria. “Dejaste de existir para mi”, dijo, y yo no lo creí al principio, porque lo dijo con ese tono que usaba para persuadirme. Pensé que se calmaría, que cambiaría de parecer. Me dolió que su vida siguiera como si nada, quería que fuera tan miserable como la mía.
- Señor - preguntó la dependiente - le sirvo otro café.
- No gracias - conteste secamente mirándola por un instante.
Cuando quise volver a mis cavilaciones, me enojó que el recuerdo de aquella mañana se hubiera ido. Seguí buscando un punto por el que pudiera encontrarlo de nuevo. Sólo encontré la nota. Aquella nota. Ahora que lo pienso era la nota lo que quería aclarar en mi mente.
Estaba a punto de terminar el café, pero pude verlo todo con claridad, nítido como una imagen de medio día, todo estaba allí, su andar despreocupado, la aparente casualidad de encontrarme y por supuesto la nota. Estaba todo relacionado, planeado con anterioridad, aún lo que ocurrió un instante después cuando se alejó y volteó a verme con esa sonrisa coqueta. Sin embargo en la cafetería todo fue un cuadro perfecto y logré discernir lo artificial de aquel instante, eso que no entendí aquella confusa mañana.
Pude comprenderlo entonces, colocar las cosas en perspectiva y analizar con tranquilidad el mensaje de aquella nota, “Te incomoda que te desee”. Tan sólo era el deseo lo que la unía a mi, cuando ya no lo sintió me olvidó, pero ahora quería volver. Terminé el café y salí de allí contento de haber encontrado una respuesta... claro, claro que me incomoda. |