Pelo largo y desgreñado, ropa aparentemente sucia y rasgada, barba crecida sin cuidado alguno, la mirada lejana, perdida en la nada.
Criticado y marginado por una sociedad que no entiende que no comprende el por qué de su estado, veinte años aparentemente malgastados, estudiante brillante que no decae.
Solo quiere hablar, pero se ríe, disfraza sentimientos que no brotan, retiene su mirada tal melancolía…me acerco y me reconoce al instante…Tííaa!!...me abraza y en ese abrazo que siento sincero, van quince años pasados. Me mira y se sonroja…¿No soy lo que me enseñaste cierto?...¿Qué dices?...¡Claro que lo eres!...Te enseñé a ser sincero, a querer de verdad…y no me has olvidado. ¿Me quiere a pesar de la facha?...y ríe…La guerra de la corbata derecha y la camisa dentro del pantalón, terminó hace ya tiempo, le digo, creciste, eres un hombre…y tus ojitos no han cambiado, eres el mismo…se emociona y me tiende los brazos, en el silencio sólo le escucho decir…”Tía, Tía Mary” y lo repite.
Conversamos un café en el casino del colegio y me cuenta de sus padres trabajólicos, alejados de casa, preocupados de lo suyo, creció sin el cariño debido, cuestionando siempre, el amor, la sociedad y a las personas.
¡Cuántos recuerdos, castigos y premios, sentimientos escondidos, pillerías de niño, pilatunadas de adolescente!...Reímos de buena gana, todo quedó en su pasado, pero no olvida y lo hace presente.
Aparte de su pelo de sus jeans o de su sweter, es brillante en sus estudios, sólo reclama el cariño que no tuvo…y que él regala en su mirada, en sus recuerdos….y su abrazo.
Me despedí con mucha pena de dejarlo y no sin antes escucharle decir que volvería.
A un ex alumno que jamás olvidaré.
Pilef ©
22-09-05
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