Atardecía y se la veía serena, reiterando su rito vespertino frente a la brillante pantalla; relajada en su butaca, lánguida la mano posada sobre el ratón, que accionaba de tanto en tanto, con dedos esbeltos.
Le hablé y recibí una respuesta distraída, con un eco que denunciaba una distancia abrumadora.
Fue entonces cuando lo supe: Adela me engañaba.
El cuerpo espléndido estaba allí, ante su mesa; el espíritu volaba quién sabe por dónde; vaya a saber con quién.
Muerto de celos quise seguirla, acecharla, vigilarla, mas… ¿cómo se lo hace con un alma que abandona su encarnadura y vuela, vaga, blanda, como decía el poeta?
Me encaminé al suuq de Amilla.
(Aclaro, para quienes no los conocen, que los suuqs son mercados donde se ofrece lo imposible)
El Cazador me estaba esperando: no fue necesario explicarle nada; sólo ponernos de acuerdo en el costo de sus servicios.
Pese a mis ruegos no me permitió observar la búsqueda, que concretó sin moverse del lugar, rodeado de una electrónica parafernalia.
Cuando finalizó, Hack (así se llamaba) me hizo estremecer con su críptica respuesta:
- Puros cuentos –Se limitó a decir.
Pedí que fuera más claro, rogué, imploré… y finalmente me “saqué”
- ¿De qué te las das, pelotudo, de Oráculo? ¡Hablá más claro, gil!
- Ella navega; posee llaves; elige bifurcaciones… - Dijo el tipo, como si eso significara algo para mí.
Sólo cuando comenzó a vislumbrar mi violencia (un pequeño defecto personal), y más precisamente desde que saqué la afilada pinza y amenacé con emprenderlas contra el cablerío que lo rodeaba, el Cazador me concedió “una última pregunta”
- Por sí o por no, ¿se encuentra con otros hombres?
- Si –Dijo, y se me heló el alma.
Caía ya la noche cuando, durante el velatorio de Adela, tuve una segunda revelación, en la indignada voz de su amiga Ángela:
- ¿Qué hiciste animal?
- Sólo lavar mi honor, Angelita: esta turra me estaba metiendo los cuernos. Me lo confirmó el Cazador, al revelarme que todo lo que me contaba eran viles mentiras, “puros cuentos”, como él mismo dijo.
Fue entonces cuando Ángela me habló de esta página de cuenteros. Al final Adela no me era infiel, pero bueno… un error lo tiene cualquiera, y ya no podía volver atrás.
051010
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