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Narración "in media res" de un triángulo pasional

(o, Algo que pasa)



En la aluxidad de sus párpados cerrados siente las gotas sobre su cuerpo, si casi cada una. Son ellas las que lo han forzado a apagar la vista. Como lágrimas, ellas caen. Al abrir los ojos, ve la piscina. Sus pies arrancan. Corre hacia la orilla y al alcanzarla sus pies despegan.

En el aire, él es hombre. Lleva las rodillas lo más cerca del rostro y se zambulle en el agua, culipunta. El agua estatiquea y revibra post-splash. En el agua, él es hombre.

El principio de Arquímedes est. Emerge su cabeza; gotas en las pestañas cristalizan la visión. Pero está ahí ella & él lo sabe.

“Te daría un 8.
“Gracias. Pero yo pensaría que ser amigo con el jurado me conseguiría al menos un nueve pun-to-o... siete.
“No.

Se alejaron, uno nadando dorso y otra de pie, observándose. Nadó aquél en círculos-rrededor de ésta, tal predador tal presa. Después: otro acercamiento, uno mudo.

“Lástima que nos tenemos que ir ya. –lastimó aquél.
“No dan ganas de irse.
“No. –le tocó.
“Um-jum. –umjumió ésta.
“Lástima que no pudimos compartir un poco más.
“¿Cómo?
“Hemos pasado todos estos días juntos, pero casi no hemos hablado.
“Yo sé.
“Creo que ésta ha sido nuestra conversación más larga.
“¿Creés? –dijo ésta, simpática.
“Sí, pero...

Un momento de duda. ¡Fuego!

“Mejor nos alejamos porque ya va a venir Caesar.
“¿Y qué tiene? –reclamó ésta.
“Se puede poner celoso si nos ve hablando así.
“¿Así cómo y por qué? –reclamó ésta.
“Es que vos no sabés el historial que hay entre él y yo y yo y sus exes.
“Pero yo no soy su ex. –reclamó ésta.
“No, yo sé; pero de quienes hablo, lo son.
“Umm. –reclamó ésta.
“Por eso.
“Entonces, que se ponga. –reclamó ésta.
“Ja, ja, ja, ja, ja. Yo lo conozco. Yo decía... –pilatamente se lavó las manos aquél.
“Bueno, ya es tarde. –reclamó ésta.

Ella flotó hacia las gradas subacuáticas y su figura bikinada fue desprendiendo la superficie inquieta y translúcida y clorina del aqua.

Luz. Lux. Luz para ser luz. Luz, tú rebotas. Te precipitas contra sus sinuosidades; i. e., aquellas de su culo, de su espalda, del canal seccional de su espalda, de sus muslos-pantorrillas, hombros, carcañal, &c. Luego te apuntas revirando hacia la pupila, ésa que te aprecia como rutilado cutáneo. Brillas. El te ve.

Ambos, que obedecen como Dankon y Génova, se secan a la orilla de la piscina. Entra Caesar.

“Saluton. –saludó él.
“Ave Caesar, morituri te salutant. –saludó aquél, con voz solemne y brazo en alto.
“Dan, ¿no te aburre eso verdad? –respondió.

Caesar se aproxima a su mujer, Génova, y la besa en los labios; éstos responden y, en su lugar, besan. Dankon ve hacia otro lado, por educación suya.

“Hola, mi amor.
“Hola, mi vida. –reclamó ésta. (Humor: no reclamó en esta ocasión; en verdad, respondió tiernamente).
“¿Lista para irnos?
“Sí.

De tal forma eran tres. Los tres caminan juntos. Dankon con una toalla al cuello. Génova con una toalla ciñendo el cuerpo. Caesar de civil. Siguiente, un pseudo-triálogo rompe.

“¿A dónde vamos? –inquiere Dankon.
“Ahorita se van a cambiar, vamos a alistar las cosas y nos vamos a dormir temprano para llegar a tiempo al aeropuerto. –atiende Caesar, por su parte y por la de Génova.
“Seguro, dormir temprano... –reatiende Dankon.

Génova se enlaza del brazo con Caesar, juntos caminan frente a Dankon, que a su vez ve sus siluetas contra el naranja-tardecer.

“Miren, no me vayan a mantener despierto con su cogezón. –sugiere Dankon.
“Ajá. –replica Caesar, recostando su cabeza sobre aquella que queda más bajo que la suya, la que es de Génova.
“¿Y no estoy invitado a la diversión? ¿No vamos a hacer un ménage à trois?

Ella ríe. A Caesar no le agrada el agradamiento que ve, pero disimula su inagradamiento. Después de todo, se trata del tipo de sandez consuetudinaria y esperada de Dankon.

Resuelve la pareja hablarse a susurros, inalcanzables y ajenos a los oídos de Dankon. Matan. Pues es ésa la naturaleza de los susurros entre amados. Ellos reptan y escurren sobre los que no los escuchan. Luego de su paso sólo hay huesos, huesos destajados.

Al llegar a la cabaña, la pareja se dirige a su cuarto como Dankon a su respectivo. Arroja su toalla sobre la cama, camina hacia la puerta; se arrepiente y regresa, toma la toalla y la estira delicadamente sobre la cama; regresa a la puerta. Camina hacia la puerta del otro cuarto, cruelmente cerrada. To-to-to-toca.

“¿Sí? –sale Génova, con la misma toalla ciñendo su cuerpo. Pero no hay señales de su traje de baño sobre los hombros ya.
“Estaba pensando si me prestás tu CD-player, porque no quiero estar oyendo el ruido que van a estar haciendo más tarde.
“Esperame. –solicita ella, con una sonrisa confesante.

La puerta, impía como es, se cierra nuevamente. Cuando la nariz de Dankon giraba, se revierte.

“Ya te lo llevo.

Se cierra otra vez.

Momentos pasan, como siempre. Dankon, en su cuarto, realiza la representación más aproximada de no hacer nada, fuera de estar muerto: ver fijamente, acostado, el cielo falso. En uno de esos momentos más precisos, surge uno más específico aún, en el que su puerta, que no es impía, se abre. Génova la atraviesa y da unos pasos hacia la cama, guardando una distancia prudente.

“Aquí está. –pronuncia, semiarrojando el aparato sobre el colchón, a un lado de Dankon.
“Gracias.

Mientras ella atravesaba el umbral en su salida, él la detiene.

“Mirá, ¿no tenés otras baterías? Éstas se van a morir pronto, seguramente.

Se da la vuelta y da unos pasos hacia la cama, más que hace un rato, guardando en tal caso no una distancia prudente. Sus rodillas acarician la orilla de la cama.

“Creo que deberíamos despedirnos ahorita. Hoy ya no va a haber un chance, y mañana salimos directo al aeropuerto, y no me gustan las despedidas de aeropuerto.
“Sí. Bueno, nos vamos a ver en navidad. –consoló Dankon.
“Falta.
“Yo sé.

Sus voces se habían atenuado en considerable medida desde el último diálogo, por alguna razón; por la razón. Fue luego de la última palabra dicha que la puerta, la que no es impía, se cerró.

Volvieron la vista hacia la puerta recién cerrada, llegando a reparar y dejando de hacerlo en el transcurso de un segundo sobre cómo se habría cerrado. Se encajaron sus miradas; la de él, desde abajo, sumisa, desde la cama; la de ella, desde lo alto, reina, de pie; y el silencio danzó sobre ellas miradas: un silencio crudo, duro, certero, formidable y de absoluto terror. Por él, este silencio que lo cubrió, Dankon supo qué hacer.

Extendió sus brazos, como un bebé pidiendo a su madre que lo saque de la cuna. Ella, indúbita, entrecerró sus ojos. Pero él no desistió. Si un segundo antes por vencido se diera y cayeran sus brazos en derrota sobre el colchón, si un segundo al menos... Mas no, no sucumbió y mantuvo sus brazos en el aire. Hasta que al fin la voluntad de Génova se rompió: levantó sus brazos, rozando los de él. Sin darle tiempo al tiempo de pasar, yacían desnudos.

Primero se escuchó a Dankon tartamudear, “gracias”, para después, por un rato, nada más que el tarareo eléctrico y monótono de la lámpara en el techo, y, finalmente, la inconfundible aria de Dankon y Génova haciendo el amor con desfreno y desaforo, hasta las tristes horas de la madrugada, quienes, en aquello, quizá o quizá no se olvidaron de Caesar, quien no tenía un CD-player.


Acta est fabula, plaudite!



Texto agregado el 10-10-2005, y leído por 418 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-01-2009 un ultraje a lo correcto, a las buenas costumbres, no lo se, pero es literatura. Saludos desde los vapores infinitos... beodo
29-08-2006 lo mejor siempre ha sido lo que escribes, pero que comentarios tan interesantes le arrancas a la banda del cerebro... iuju juy!! sirako
03-11-2005 Flaco este texto está lleno de poesía que se mueve por espacios, describiendo acciones bajo otro prisma, involucrando al lector a comprender la realidad de otro modo, no tiene nada que ver lo que me haya fumado!!! Tú tienes que conocer a Juan Emar, o a algún escritor tan potente y secreto como él. Saludos!! Quilapan
31-10-2005 Ahora... no sé porqué me parecio de lo más sexy que he leido. ***** Aniuxa
27-10-2005 Pues es un gran escrito. Mi parte favorita es el saludo de Dankon y Caesar. 5* marBin
18-10-2005 Me reí de muy buena gana; ahora que, mi estimado-delirante-amigote, si me preguntás ¿de qué me río? No tengo ni la menor idea. ceheneo
14-10-2005 "Sus voces se habían atenuado en considerable medida desde el último diálogo, por alguna razón; por la razón." Es mi trozo favorito. Calamitatum
14-10-2005 No es un reto leer esto. Es delicioso leer esto. Es un cuento ingenioso e innovador. Tiene ritmo y apuntes que me arrancaron sonrisas y apuntes que me arrancaron gotas de agua dulce muy parecidas a las lágrimas. Sólo tengo cinco estrellas y te van. Calamitatum
 
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