La ciudad luz ha velado la noche
con profundos ronquidos caucásicos
y ruindad que algunos llaman pecado.
A mí, ¿qué me ha de importar?
Me confabulo con su ardor metódico
y me entrego al engaño público,
sin vergüenza,
aquí eso no se necesita.
Sólo sirve para disfrazar la rebeldía
fuera de la ciudad luz.
Un vestido frondoso
caretas de mil colores,
así se vela la noche
así se llega al cadalso,
aquí no hay vergüenza,
porque no se necesita.
No hay manos suplicantes
mucho menos sed y hambre,
no hay venganzas familiares
ni derramamiento de sangre.
Aquí sólo ilusión verde
perfumes rancios,
besos mórbidos
y descansos mansos.
Sueños inútiles.
Fútiles, apestosos.
Risa a base de llanto
y profundos, rasposos
ronquidos caucásicos.