LA DAMA DEL BIKINI VERDE
Mirando desde el camino hacia la playa se observa como el sol brilla sobre las aguas del mar, cual si fueran lentejuelas en movimiento como brillos de plata. Las olas llegan suavemente hacia las rocas y la playa, reventando una y otra vez, mojando a los bañistas que aprovechan de refrescarse en sus frías aguas. Los niños son los que mejor aprovechan estas aguas, pues en la orilla se zambullen muchas veces sin cansarse. El color del mar es verde claro e indica lo fría que está. En algunos sectores se observa más clara, color arena, y se hace más tibia.
Hacia el horizonte se observa como pasan botes de pescadores y barcos que se dirigen a algún puerto.
En la playa se ven decenas de quitasoles multicolores que dan sombra a los cientos de bañistas que disfrutan de la arena amarilla y suave para luego refrescarse en el mar.
Hacia la izquierda se divisan las rocas y los caminos que conducen a varios lugares de belleza natural muy visitados, pero no libres de peligros, pues reune bonitas rocas y mar agitado, que al reventar en ellas produce bellas caídas de agua espumosa.
El juego de paleta parece ser el más practicado en la arena, ya que se ven muchas parejas que muestran sus dotes de tenistas en la playa.
A la derecha y en una saliente, se levantan muchos roqueríos donde van reventando grandes olas, que antes de llegar a ellos muestran en su cresta blanca espuma, que salta dando un toque gracioso y bello al paisaje.
¡Cuantas tensiones, cansancio y días de dura actividad quedarán en estos días veraniegos!. Con solo observar este maravilloso paisaje se relaja el espíritu. Se puede reflexionar mejor, se puede ordenar las ideas y también se puede esbozar planes para el futuro.
Al mirar ese mar en constante movimiento, se dice que es una excelente terapia para el espíritu y para el alma. No caben dudas de que es efectivo, pues hace que quien lo intente olvide preocupaciones, problemas y tensiones. Solamente puede tranquilizar su existencia y lograr una gran tranquilidad que reconforta.
El día transcurre normalmente y las personas van y vienen en ese hermoso lugar . Sin embargo, algo ocurre en el lugar que llama la atención. El diminuto bikini verde la hacía muy llamativa, pues además su cuerpo mostraba un tostado muy bello. Al caminar por la playa, eran muchos los ojos que la miraban, con admiración unos y con envidia otros. Ella lo sabía, pero actuaba despreocupadamente. Su largo y rubio cabello le caía sobre los hombros, dejando que el viento se lo acaricie. Sus celestes ojos se confundían con el color del cielo.
Todos los días paseaba por esa playa, como en un rito, mojando solamente sus pies. Nunca se le vio bañarse totalmente. En su paseo por la orilla miraba siempre hacia el mar, perdiendo su mirada en el horizonte como quien espera que algo aparezca en forma sorpresiva.
Siempre se le veía sola, no se le conocía compañía, y ya eran varios los años que los veraneantes del lugar la veían deambular por esa playa. Nadie recuerda haberla visto con alguien, pero su mirada era triste y demostraba una búsqueda imposible.
Los lugareños tampoco saben de donde viene, pero dicen que no ha fallado en los últimos dos años. Durante tres semanas y día tras día, baja a la playa, extiende su toalla en la arena y se tiende por media hora para dorar su bello cuerpo. Usa un bronceador que le da un hermoso tono a su piel. Luego se levanta y camina por la orilla, rozando con sus pies el agua que baña la arena una y otra vez, recorriendo la playa de un lado a otro. No parece amistosa, más bien se diría que es tímida, lo que hace que nadie la aborde y, si algún bañista le dice algún piropo, ella no demuestra escucharlo.
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Ese domingo, al igual que otros, estaba en el lugar de costumbre la toalla característica de la dama del bikini verde, que en un fondo azul oscuro se dibujaba un yate blanco. Nadie curiosamente la había visto en la playa, lo que hacía extraño que estuviera sólo la toalla.
Al atardecer, los veraneantes fueron despejando la playa y fue quedando solo la toalla del yate blanco. La playa quedó definitivamente sola y cuando el muchacho que limpiaba la arena de los desechos, envases, etc. que dejan los bañistas ocasionales, encontró la toalla y no se atrevió a levantarla, pues él la había visto llegar al mediodía a la playa y pensó que ya regresaría por ella.
Al día siguiente, en la playa apareció solamente la toalla que no había sido retirada de la arena. Entre los veraneantes asiduos a esa playa, comentaban lo curioso de la situación y de lo extraña que parecía ser la dama del bikini verde. Nadie sabía nada que diera una pista.
A media tarde llegó un viejo pescador del lugar, que acostumbraba salir a pescar en alta mar en su bote. Un veraneante se le acercó y le preguntó si conocía a la dama del bikini verde. El pescador le contestó que no, pero que el día anterior, cuando él regresaba de su pesca, la había visto muy temprano en la mañana, subir a un lindo yate blanco y salir hacia alta mar.
Para él eso era normal, pues había muchos veraneantes que contaban con botes y yates para navegar en el mar.
Al veraneante le sorprendió la respuesta del pescador, pues es normal que salga a navegar, pero por qué no regresó e incluso dejó olvidada su toalla tan característica.
No conforme el veraneante, en la tarde comenzó a averiguar entre los lugareños si alguien conocía a la misteriosa y bella dama. Nadie recordaba algo curioso, salvo que la veían siempre como una veraneante más. De pronto dio con otro viejo pescador ya retirado, que recordó hace unos años el desaparecimiento de un yate blanco con un hombre joven y dos niños. Había salido de una playa pequeña cercana y nunca más se supo de ellos. Extrañamente el caso no fue publicitado y muy pocas personas tuvieron conocimiento de él. Tampoco se supo de familiares o de alguien que viniera a investigar o a saber del caso. Pareciera ser como si fuera todo normal y el yate hubiera viajado a otro lugar. El viejo pescador recordó haber visto a una hermosa mujer en la misma playa desde donde salió el yate, como buscando algo.
Cuando el veraneante le contó de la mujer del bikini verde y del yate blanco al que habría subido, no dudó en reconocer que era lo mismo que el vio hace años. Al parecer ese hombre y esos niños no podían estar sin ella y la vinieron a buscar quien sabe desde que misterioso lugar.
F I N
La dama del bikini verde
Alfildama -Guillermo Gaete
© 1994 by Guillermo Gaete
La primera impresión fue realizada en enero de 1994.
Segunda impresión abril del 2001
Impreso en Chile / Printed in Chile
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