En Bagdad el cielo siempre fue distinto. La muerte asolaba aquellas regiones olvidadas, donde las explosiones marcaban el ritmo en las horas. Todo era destrucción y lamento, mil ecos provenientes del grito dolido de una tierra sufriente.

Tras cada bombardeo, los niños caminaban buscando comida, entre ruinas de edificios derrumbados y muros agujereados por ráfagas perpetuas. Diez años tenía Narina. Deseaba morir, luego de perder a su familia en aquella explosión un año atrás. Deambulaba por las calles desprovista de lágrimas y de sonrisas.

Andaba por caminos inhóspitos, cubiertos de cuerpos mutilados. Se acercó al ver en una mano ya fría, un arma.

- “Mejor terminar rápido” – pensó.

Sus dedos tocaban el metal, cuando algo desvió su atención. Tomó la fotografía que asomaba del bolsillo del infortunado soldado. Una pintura de una hermosa joven, dormida sobre una mullida cama, adornada de flores. Narina permaneció inmóvil un momento.

- ¡Cuántas veces soñé con una vida diferente! – suspiró.

Desde ese instante, no soltó esa fotografía del cuadro, por el cual había olvidado su primera intención.

Luego de tres meses, su cuerpo delgadísimo continuaba buscando por las calles. Un bocinazo la detuvo en medio de su camino. Frente a ella, de un camión de la Cruz Roja, una enfermera pelirroja de mirada celeste, la invitó a subir.
Tras dos meses de cuidados, Narina se repuso. Michelle que la había encontrado, le comunicó que volvería a París.
Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas cuando la oyó decir:

- Quiero que me acompañes, como mi hija, juntas seremos familia –
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¡Qué distinto el cielo de verano observado desde dos tierras diferentes! – pensó transcurridos tres años, mientras miraba a su madre Michelle en el jardín, cortando rosas rojas para adornar su cuarto.

Sobre el velador, la pintura de la joven dormida. Lágrimas corrieron por su rostro nuevamente al recordar, sentada sobre su cama en Paris. Pero esta vez , una linda sonrisa iluminaba su rostro.

Subido al Desafío de la Imagen 3, Prosa
03.10.2005