Estamos cansados de escuchar que hoy en día se vive la revolución tecnológica; hasta existen personas que ven esto como el advenimiento del Apocalipsis.

Sí, la mayoría de los seres humanos estamos rodeados por un sin fin de herramientas, pero el uso moralista que le demos ya cabe al análisis filosófico de la libertad intrínseca, y ese no es el punto que será tratado aquí.

Indudablemente el eje alrededor de la cual giran todos los demás instrumentos, es la computadora personal – algo que en la época de nuestros padres era prácticamente impensable a esa escala. A mi parecer, es hasta ahora el mejor invento de la humanidad, después de las matemáticas y la imprenta, por supuesto, con las que también guarda mucha relación. Dio un gran salto al proveer la capacidad al individuo común de poseer avances que anteriormente era uso exclusivo de gobiernos, universidades y grandes empresas. A partir del concepto del cómputo rápido y la asociación de símbolos - porque la programación es nada más que la interpretación de significados similar a un idioma - se divergió en ramas que buscaban satisfacer distintos propósitos: las consolas de videojuegos, los celulares, sistemas de posicionamiento global, mecanismos de seguridad, encriptación y almacenamiento masivo, entre una lista que incrementaría la extensión de este ensayo exageradamente si lo fuésemos a mencionar en su totalidad.

Al contrario de lo que se piensa actualmente, la tecnología tiene más potencial para atraernos a la cultura que para separarnos de ella. Veamos algunos ejemplos.

La producción literaria se ha facilitado en sobremanera. Los procesadores de textos nos libraron de la copiosa - si no irritante – tarea de escribir a maquina, que eliminaba la posibilidad de cambiar de idea o incluir una corrección.

Publicar un libro constituye un hito en la carrera profesional, reservado para eruditos e intelectuales (aunque hoy en día no se necesita ser ni erudito ni intelectual, basta con escribir chismes acerca de celebridades para tener tu lugar asegurado en las vidrieras de los best-sellers). Pero esto está cambiando. Internet, máximo exponente de información, de límites inimaginables e inagotables, ofrece una captación de público mayor a la que cualquier propaganda. Cualquier autor puede “subir” su obra a una pagina Web al instante, evitando todos los costos de edición – si es que una editora llega a aceptar la obra - y las esperas. Cada vez más es el numero de artículos, tanto científicos como culturales, criticas y comentarios, que son divulgados en revistas electrónicas. Exploramos distintos puntos de vistas que a los cuales serian imposibles de llegar por medios convencionales.

Para aquellos temerosos por el medio ambiente, es evidente el apoyo ecológico que proporciona: miles de árboles, con sus respectivos biomas, son salvos al dejar de apoyarse únicamente en el papel para la divulgación de obras.

La digitalización de los textos no es cosa de ciencia ficción. La multifacética empresa Google ya ha comenzado el trabajo con mas de 5 millones de obras mediante su proyecto Google Print, que busca unificar el conocimiento de varios temas. Hay que destacar que no es una digitalización manual, de teclear palabra por palabra, sino que se emplean escáneres ópticos de alta resolución para sacar copias (imágenes) de las páginas de un libro. Estos de igual forma pueden ser convertidos a texto mediante unos programas largamente disponibles, los OCR (Optical Character Recognizer o Reconocedor de Caracteres Ópticos). Para mencionar una de las tantas Bibliotecas Virtuales, se encuentra el Proyecto Gutenberg, que busca distribuir un trillón de textos electrónicos, unos 10 mil títulos para cada 100 millones de lectores, que no representa ni el 10% de los usuarios de computadoras.

Las largas búsquedas quedaron en el pasado. Imagínense, ¿Cuanto tiempo tardaríamos en buscar una frase que recordamos haber leído en la edición original de 1200 paginas de Don Quijote de la Mancha? ¿En hacer traducciones de un idioma a otro? ¿En realizar correcciones ortográficas? No se puede negar la superioridad organizativa.

En vez de estar acarreando la numerosa colección escrita de un autor: gruesos, pesados y polvorientos tomos, todo se reduce a dos palabras – compact disc. Un estante de libros, por un porta discos. Asimismo, la capacidad viene en aumento con los DVD y la nueva tecnología de fluorescencia. En su interior, más bien en la superficie laminada, una vasta cantidad de textos pueden ser almacenados para su posterior lectura.

En el futuro, las librerías ya no venderán libros, sino e-books. Luego de pagar en caja, nos darán una contraseña temporal con la que bajaremos el archivo correspondiente de la computadora central de la tienda a nuestras notebooks, Palms, celulares o memorias flash. Obviamente el precio será mucho mas bajo que en la actualidad, ya que se obviará el proceso de impresión; y el dinero, lo recibirá casi en su totalidad el autor, que es lo más justo.

En cuanto a la lectura, es cierto que resulta más cómodo en las tradicionales hojas – todavía. Ya existen combinaciones de colores de pantalla que reducen el cansancio de la vista para poder permanecer un largo rato ante estas y a medida que la tecnología de los monitores se vaya perfeccionando, esto no deberá constituir un problema. Se llegará a un nivel de igualdad entre el papel electrónico y el de madera. Mientras tanto, podemos utilizar las aplicaciones que reproducen los textos por voz, o sea, nos leen el libro – si es que no nos importa el monótono relato desprovisto de entonaciones. Esto constituye también una esperanza para las personas que no pueden ver, ya que son exclusivamente dependientes de un narrador.

Tenemos, entonces, que inevitablemente de aquí en mas toda la literatura, o por lo menos la difusión de ella, se hará mediante la tecnología. Es por eso que se debe impulsar el desarrollo de la misma y principalmente la reducción de su costo, para que la cultura llegue a todos los estratos sociales.

Gracias a ella, tenemos una razón menos para ser ignorantes.